domingo, 20 de marzo de 2011

Capítulo XVIII RUMBO A LA CORDILLERA

Capítulo XVIII


La nocturna luminosidad del amanecer, daba un aspecto lúgubre a los viñedos que indicaban la salida noreste de la ciudad. Los cerros, se recortaban nítidos producto de la aurora que anunciaba la pronta salida del sol; parecía como si este, no se atreviera a salir a causa del toque de queda y esperaba las horas que faltaban para levantarlo.

Una larga columna de marcha, era encabezada por un jeep militar con los oficiales del estado mayor del cuartel tres, al menos eso indicaban las banderas que flameaban a los costados del vehículo.

Otra caravana de vehículos militares, con banderas de artillería, sobrepasó a los infantes. Por lo menos, una decena de jeeps americanos, arrastraban cañones 104 y 106 milímetros. Avanzaban en dirección al paso cordillerano de Los Patos, lugar donde se concentrarían las unidades encargadas de su defensa.

Las compañías de infantes marchaban en silencio. Esta vez, no había cantos marciales como generalmente ocurría cuando se realizaba una campaña y los oficiales, a diferencia de esos eventos en que eran transportados en vehículos, marchaban ahora junto a sus secciones.

El subteniente Zamora caminaba junto a Luis, que había quedado como comandante de la primera escuadra, en la segunda sección. Marchaba en silencio y de vez en cuando, miraba despectivamente de reojo al joven sargento que, a pesar de no haber dormido lo suficiente a causa del servicio iniciado en la tarde anterior, parecía vital y energético.

- (...) Me hizo bien el café‚ con leche de la mañana. - Pensaba. - Pero parece que el teniente no tomó desayuno y ahora, que no lo llevan en jeep, capaz que el pobre no resista.

Entre la marcha y el descanso a la orilla del camino, el sol de la mañana salió tras los cerros de Putahendo, entibiando tímidamente el cemento de la calzada. Algunas camionetas, cargadas con cajones de uvas, comenzaban a pasar en dirección a la ciudad. Eran los vehículos autorizados para circular una hora antes del término del toque de queda.

La localidad de Putahendo se encontraba cerca y era preciso cruzarla antes de que se iniciara el movimiento normal de la locomoción colectiva, entre el pueblo y la ciudad, que servía para el traslado de los campesinos a sus trabajos.

La marcha para cruzar el pueblito fue rápida y silenciosa. A pesar de eso, algunos lugareños tratando de pasar desapercibidos, observaron desde sus ventanas el paso de los soldados.

Las horas siguieron su marcha, al igual que el contingente humano que ahora, se desplazaba por un camino pedregoso, al costado de un río.

Cerca del mediodía, llegaron a un puesto policial. Una cerca de alambres de púas, cortaba el camino que se internaba por un cajón cordillerano. Una modesta casa de adobe, guarecía al pequeño contingente policial y una placa de madera, no muy bien pintada, colgaba a un costado de la puerta anunciando "Reten Los Patos".

Los carabineros salieron presurosos y se cuadraron ante los oficiales del jeep. Después, cordialmente se saludaron con unos apretones de mano, mientras otro policía, arrastraba el improvisado portón de alambres para dejar el paso a la columna militar.

Se internaron siguiendo el curso de salida del río, por el cajón cordillerano. Un angosto puente de madera, salvaba una pequeña quebrada por donde un mísero riachuelo, serpenteaba entre las rocas. Un sendero, con el espacio suficiente para un vehículo, iniciaba el ascenso por los faldones de los interminables cerros. Poco a poco, el riachuelo se fue alejando del camino, hundiéndose en una quebrada hasta perderse entre los roquerones.

Un par de horas marchando y el jepp se detiene en una planicie tipo valle, de pequeñas proporciones, que señalaba el final del camino. Algunas instalaciones de madera, unidas por una cerca de alambres, al parecer para caballares, eran el hábitat permanente del cuidador que, viendo a los oficiales, dejó de cortar leña para presentarse. Vestía una polera militar, pantalones grises que al parecer formaban parte de un uniforme de salida y en sus pies, calzaba chalas campesinas.

- ¿Las otras unidades ya están acantonadas? - preguntó el coronel.

- ¡Si, mi coronel! - contesta el cuidador apuntando con su mano hacia dos murallones al fondo. - ¡Pasando la cota del medio, en un kilómetro!

La marcha continuó, los murallones iniciaban un sendero que continuaba adentrándose entre los cerros, cada vez más altos. Las huellas de mulas o caballos en este, eran acompañadas de otras, seguramente dejadas por las ruedas de cocinas para campaña y de las piezas de artillería que, en momentos, se desplazaban marcando los surcos en la ladera.

- Ya tengo hambre y parece que en los oficiales, no hay intenciones de almorzar. - pensó Luis mirando la cara de cansancio del subteniente.

El sol daba de frente en los sudorosos rostros y en medio del cielo, entibiaba el fresco aire cordillerano. De pronto, en una de las vueltas que el sendero creaba al rodear el cerro, aparecieron las primeras carpas de los acantonados en el paso cordillerano.

Encajonados en una suave pendiente, se concentraban a lo menos cuatro batallones. En un faldón del costado, se encontraban pastando mulas y machos junto a algunos caballos, en un sector cerrado con cuerdas. Las piezas de artillería se encontraban instaladas en línea apuntando al cajón cordillerano y en sus alrededores, montículos de tierra soportaban sacos de arena.

Una gran carpa central, parecía ser el casino de los oficiales. Cerca de esta, se encontraban las cocinas de campaña cubiertas por toldos amarillentos. Hileras de soldados, reciban en sus tachos el rancho que servían los cocineros. Otros, sentados en el suelo, comían tranquilamente.

El batallón recién llegado, se detuvo en un espacio al parecer delimitado con anterioridad.

- ¡Descansar el batallón! - ordenó un mayor - Los oficiales se reúnen aquí y los clases, dispongan la distribución del rancho.

* * *

El Bus con motor de camión americano, adaptado para turismo, se encontraba convenientemente estacionado en la calle Alameda, frente al edificio de la Vicaria Pastoral Obrera de Santiago, mientras el conductor conversaba con el Padre Antonio, encargado de la organización de la jornada. Había llegado temprano a recoger a los pasajeros; se lo habían solicitado así, puesto que el viaje al litoral central, era menos controlado en las primeras horas de la mañana por Carabineros.

- Esperamos veinte minutos hasta que lleguen los últimos jóvenes, para iniciar el viaje. - Agregó el sacerdote. - ¿Cuanto nos demoramos a Punta de Tralca?

- Alrededor de tres horas y media, Padre... - Respondió el chofer. - Con la parada en Melipilla para ir al baño y comprar algo.

- Estaríamos llegando a las once treinta... Buena hora para comenzar con el retiro...

Mientras conversaban, Víctor acompañado de Pancho, llegaban a la entrada de la Vicaría encontrándose con otros hombres y jóvenes, que salían desde el interior de la recepción. El Padre, percatándose de la aglomeración en la puerta, se les acercó de inmediato.

- ¡Comiencen a subir al bus!... ¡Salimos en diez minutos! - Agregó.

Las personas abordaron la máquina y el chofer, iniciando el encendido del motor, se quedó esperando en su asiento, que le indicaran el inicio del viaje. Minutos después, El Padre Antonio, acompañado de otro sacerdote y dos monjas franciscanas, subían al vehículo para iniciar el recorrido.

El autobús viajaba a la velocidad indicada en la señalización caminera... salía de la zona urbana de Talagante y enfilaba por el camino internándose entre parcelas y una que otra casa de madera que, al costado del camino, ofrecían frutos de la zona central del país.

El viaje, se realizó sin contratiempos... En Melipilla, el puesto policial de la pequeña ciudad rural, confirmó que los papeles del vehículo y los permisos del viaje particular, se encontraban en orden. Era el control rutinario, que se hacía a todos los vehículos de transporte, tanto de carga como de pasajeros, para controlar el movimiento de personas y bienes entre la costa y la capital.

Cerca del mediodía, el vehículo ingresó al espacioso patio estacionamiento, del Centro de Retiro Espiritual Punta de Tralca, de la Arquidiócesis de Santiago. Se había programado un encuentro, durante el fin de semana, de algunas organizaciones cristianas de la capital, que desarrollaban trabajo social en los ámbitos recreativos, culturales, formativos y de comunicación informativa. Era una actividad propuesta por el Comité Pro Paz de las iglesias Cristianas y apoyada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que aportaba los recursos por intermedio de una ONG de Educación y Comunicaciones, formada recientemente por profesionales jóvenes, egresados de sociología, historia y humanidades.

Antes del almuerzo, los participantes fueron ubicados en las distintas cabañas de descanso y se les entregó las carpetas con la programación y los temas de estudio. Posteriormente, después de un breve tiempo de descanso post almuerzo, comienza la presentación de los asistentes participantes y sus organizaciones. Se encontraban, además de los religiosos representantes de la Vicaria, Hanny y Felipe; una pareja de profesionales de la ONG ECO (Educación y Comunicación), que estaba a cargo de la organización del encuentro. Asistían entre otros representantes de Comedores infantiles y las Pastorales juveniles, Jhony de EDUPO (Educación Popular), David de las Colonias Recreativas Salesianas, Lorenzo del Comité Pro Paz, Lucho del Boletín de la Zona Oeste, Francisco y Patricio de los Comités de jóvenes Cesantes, Lucio de la Coordinadora Comprando Juntos y Víctor del Comité por la Vida.

- No me había dado cuenta de que hay tantas organizaciones sociales trabajando al alero de la Iglesia... - Comentaba Víctor a Pancho. - Uno piensa que somos pocos los que nos la jugamos contra la barbarie.

- El tema está en como lograr coordinar a todos, para articular una efectiva lucha contra la Dictadura. - Respondió el joven.

La tarde de encuentros pasó rápidamente. Durante la noche, los jóvenes amigos compartieron con los otros dirigentes juveniles, proponiendo formas de organizar y coordinar a los distintos grupos, en actividades futuras de propaganda y formación, que serían propuestas durante la jornada. Era el espíritu juvenil, el ímpetu, la fuerza vital que emergía de esos muchachos, que despertaban a la conciencia de su poder social... de la capacidad que poseían para conseguir logros comunes, avanzando hacia la transformación de su realidad, como sujetos en trabajo colectivo, capaces de ser el inicio de un motor que en un futuro inmediato, tal vez podrían alcanzar un cambio social y de estructuras materiales. En un espacio de recogimiento espiritual... en el seno existencial del pensamiento idealista, se fraguaba en esos jóvenes la concepción materialista de la realidad.

Al día siguiente, después de un breve desayuno, en el trabajo durante la mañana, se discute sobre el tema de la comunicación e información popular, como forma de contrarrestar el bloqueo informativo de la realidad, manejado por la Dirección Nacional de Comunicaciones, que entrega la versión oficial del régimen, unificando a los medios de comunicación de masas; como resultado se propone desarrollar formas de comunicación alternativas y surge la invitación de la ONG Educación y comunicación, a participar en talleres de producción y elaboración de micro medios informativos, junto a la propuesta de formar una red de Comunicación Popular.

- Tenemos resuelto el problema de la formación y capacitación de los futuros periodistas populares... - Opina Víctor. - Pero el problema mayor en la elaboración de micro medios populares, es el financiamiento de la reproducción y distribución de los informativos.

- Es un tema importante el que se ha planteado... - Indica Hanny. - Por lo que se deben buscar también en las organizaciones, formas de autofinanciamiento colectivo, actividades de difusión... Junto a algunos aportes que podemos entregar las ONG para costos de impresión.

- En la Vicaría tenemos una máquina offset, donde se imprime el boletín Zonal... - Agregó el Padre Antonio. - Y podemos agregar recursos para la impresión de algunos informativos de las organizaciones sociales; Solo tendrían que darles continuidad y presentar los originales a Lucho, el encargado.

- ¡De acuerdo entonces! - Concluyó Felipe. - Tienen que inscribirse los representantes de los informativos para formar la base de datos de la Red de Prensa. Ahora, después del almuerzo, se trabajara en grupos el tema de la formación humanista cristiana y de la capacitación social por medio de actividades recreativas.

Los participantes comenzaron a salir de la sala de plenarios... Era una gran sala que en el extremo principal, una enorme cruz de madera con un Cristo tallado, que parecía observar agónico a los contertulios que se alejaban, y en sus costados, las mezas y escritorios eran profusamente iluminadas por grandes los ventanales laterales.

Durante la tarde, el trabajo en grupos fue reflexivo... el tema del derecho a la vida y a la libertad de pensamiento, unía a todas las voluntades; el problema surgía cuando se proponía la forma de avanzar en la recuperación de la Democracia. El tema no era menor... en el encuentro surgían las diferentes visiones de los partidos políticos opositores a la Dictadura; el sector definido como de centro, Democracia Cristiana y Social Democracia, propugnaba enfocar la formación social sobre los valores del humanismo cristiano. En cambio, los sectores que se ubicaban a la izquierda, con los partidos Socialista, Comunista y la Izquierda Cristiana, planteaban formas educativas basadas en las corrientes filosóficas materialistas modernas... Surgen en esa instancia, propuestas basadas en el arte, la música denominada de protesta y el teatro con contenido social; se presenta una experiencia formativa basada en la producción de video análisis, realizadas por teatro ICTUS.

- Debemos difundir entre las organizaciones, que se encuentran disponibles en la Videoteca de EDUPO, en la Vicaría. - Indicó Jhonny al respecto.

Desde el sector más rupturita, representado por el MIR, se planteaba la educación y formación desde la base, partiendo de las experiencias populares formativo recreativas... a mediano y largo plazo. En ese contexto, se encontraba como fundamental el trabajo con niños y jóvenes, como el que se venía dando en la pastoral juvenil de las distintas comunidades cristianas poblacionales.

Como ejemplo de las experiencias exitosas en procesos formativos basados en la recreación infantil, David y Francisco informan los resultados de la experiencia de Colonias Salesianas.

- Creo que sería una buena forma de formación infantil y juvenil... - Opina Víctor Villagra. - Pero, se debería trabajar con las organizaciones durante todo el año... con los jóvenes, preparando monitores populares recreativos y concluir el trabajo con las colonias infantiles.

- Es una buena idea. - Agrega entusiasmado Pancho. - Así, con los mismos jóvenes pobladores, se podrían definir los temas formativos, que se transmitirán a los niños en las actividades.

Planteado como propuesta concreta, en el plenario final de la tarde, el Padre Antonio junto a Jhonny, Lucho, los Comedores infantiles y el Comité por la vida, apoyan la idea de Formar las Colonias Urbanas Populares autónomas, apoyadas por la Vicaria de la Solidaridad. Se propone además, invitar a participar en el trabajo del año, a las otras organizaciones como "Comprando Juntos" los Comedores infantiles y las Pastorales juveniles de las capillas poblacionales.

- Es el inicio del proceso de acumulación de fuerzas, que junto a la rearticulación del partido, nos llevará a la creación de base social como pilar principal del Poder Popular que necesitamos, para derrocar a la Dictadura. - Agregaba Pancho, caminando junto a Víctor en dirección a las cabañas de descanso, mientras la noche, con el frescor del aire marino, inundaba las instalaciones monásticas del Centro de Retiro Espiritual, enclavado en la localidad costera de Punta de Tralca.

* * *

El sol de la tarde, iluminaba las crestas de los montes y cerros altiplánicos. Un viento frío, silbaba gélidamente en su fugaz paso por los roquerones cordilleranos. Un gran cóndor planeaba majestuoso, observando desde las alturas, a los pequeños soldados que, en un interminable ajetreo, interrumpían la placidez de su ancestral territorio.

Para el tercero de infantería, el resto de la tarde fue empleado en armar las carpas y preparar el sector asignado para la defensa; aunque esta vez no con tanta prolijidad.

- Que extraño. - Pensaba el sargento Pérez, mientras los soldados cavaban la tierra árida y dura. - ¿Ahora que estamos en peligro inminente de guerra, no armamos bien las posiciones de defensa?

Se acercó al subteniente Zamora que, sentado en una roca, revisaba una carta topográfica.

- ¿Me permite una consulta mi teniente? - le interrumpió.

- ¿Que ocurre... sargento? - contestó este despectivamente.

- ¿Por que, las posiciones defensivas no tienen túneles de conexión ni vías de escape?

- ¡Eso no tiene por que importarle a usted! - Contestó el oficial, volviendo a revisar la carta topográfica. - ¡Solo cumpla las órdenes que le di!

Luis volvió donde su escuadra, dejó al cabo de reserva a cargo y se dirigió hacia las otras unidades meditando. - Iré a ver las posiciones de los demás. Tal vez, este teniente no entendió la situación en que estamos, o es un inoperante.

Caminó hacia el batallón vecino y grande fue su sorpresa, cuando vio flamear el estandarte del cuartel uno.

- ¿Que hace aquí este regimiento si pertenece a la capital? - Pensó - Si solamente vamos a defender el paso cordillerano, creo que con un batallón basta y sobra. Pero, aquí tenemos a la Segunda División casi completa.

Siguió caminando, mientras las dudas se agolpaban en su mente.

- Bueno, ya que están aquí, aprovecharé para saludar a algunos conocidos.

Decidido, se encaminó a las carpas de las compañías buscando la tercera. El pequeño sargento Gallardo apareció de pronto, quedando frente a Luis.

- ¿Cómo está mi sargento? - dijo sonriendo al sorprendido clase, que lo observó extrañado.

De pronto lo reconoció y su mueca de asombro se transformó en indiferencia. Mirándolo de arriba a abajo, lo saludo casi por cumplir.

- ¡Ah! ¡Tú eras uno de mis muchachos! - Agregó y continuó su camino concluyendo enseguida; - Me da gusto... verte.

Luis se quedó de pie mirándolo alejarse, con su típico caminar altivo.

- Parece que no le gustó sentirse de igual a igual conmigo. - murmuro y se acomodó la boina para continuar su camino. - Veré si encuentro a alguien más.

Llegó a un grupo de soldados, que sentados alrededor de una pequeña fogata, conversaban animadamente.

- ¡A ver soldados!... ¿Quien tiene un cigarro?

Los jóvenes lo miraron con sorpresa, uno de ellos lo reconoció.

- ¡Pero, si es Luis Pérez!...

- ¡Enciclopedia! ¿Cómo te ha ido? - agregó extendiendo su mano para saludarlo.

- ¡Bien po, pelao! - exclamó levantándose y dándole un abrazo, - ¿Conque, sargento?... ­¡Eh!

Los demás soldados se levantaron para saludarlo; apretones de manos y golpecitos en la espalda, fueron las demostraciones de cariño. Varios cigarros aparecieron después, para ofrecerle.

- ¡Una pitada por un camarada al que ya no lo verduguean!... - Agregó un soldado siendo apoyado por los demás, que aplaudieron efusivamente, gritando; - ¡Eh, eh, eh, ehh!

- ¡­A ver! ¿Que es lo que pasa aquí? - Interrumpió de pronto el cabo Caviedes.

Los soldados se quedaron en silencio observando al recién llegado que, mirando al grupo, reconoció de inmediato a Luis.

- ¡Van a terminar con la chacra y se ponen de inmediato a limpiar sus fusiles! - agregó la clase.

- Están en su hora de descanso y no infringen ninguna cláusula del reglamento de disciplina... cabo. - Indicó Luis, interponiéndose frente a Caviedes.

- ¿A quien crees que le hablas? ¡Picante!

- Veo que además de habérsete pegado el complejo de superioridad y la estupidez que tenía tu amigo Schillins, te has puesto un poco ciego.

- ¿Y que te crees tú? - agregó el cabo enrojeciendo de impotencia. - ¿Pretendís compararte conmigo? ­¡Parece que voy a tener que ponerte en tu lugar!

Dicho esto, su puño trazó un círculo en el aire y buscó el rostro del sargento, que, en un rápido movimiento, inclinó su cuerpo y golpeó con fuerza el estomago del clase. Este, doblándose de dolor, comenzó a retroceder trastabillando, mientras los soldados formaban un círculo y comenzaban a emitir ruidos guturales con ritmo militar.

El sargento Pérez, de pie mirándolo, se soltó lentamente el cinturón que sostenía el revólver y lo entregó a un soldado.

- ¡Ahora te la ganaste! - dijo el cabo reponiéndose del golpe.

En un rápido movimiento y con los ojos desorbitados, el cabo Caviedes sacó de su funda un corvo y lo mostró amenazadoramente.

- Aquí tengo marcados a todos los terroristas que llevo encima y creo que hoy día, haré otra marca. - dijo abalanzándose sobre el sargento.

Todo fue muy rápido. El cuerpo de Luis giró en dirección del clase, esquivando el golpe y tomando la muñeca de este, realizó un giro, presionando con los dedos pulgares el inicio de la mano. El corvo saltó rodando por el suelo y una leve presión, fue suficiente para que Caviedes quedara hincado e indefenso.

- Seguramente los comunistas que asesinaste estaban desarmados y con sus manos atadas a la espalda. - agregó el sargento y asentó una patada en el pecho del clase que, con un sordo gemido, quedó botado en el suelo en posición fetal.

- ¿Que está ocurriendo aquí? - preguntó un capitán que, en ese momento, llegaba abriéndose paso entre los soldados.

- ¡­No es nada, mi capitán! - Agregó Luis adoptando posición militar - Es solo una diferencia de opiniones con el cabo Caviedes.

- ¡Esto, sargento... es un muy mal ejemplo para los soldados! - dijo el oficial y mirando levantarse al cabo, agregó: - Usted Caviedes, tiene tres días de arresto con anotación a su hoja de vida. Deberían dejar las ganas de pelear para los Che-sumadre del otro lado, o para los Cholos del Norte.

Mientras el cabo, recogía su corvo y se retiraba en silencio del lugar, el capitán comenzaba a caminar, haciendo una seña a Luis para que lo siguiera.

- ¡Y usted sargento, póngase su arma y muéstreme a su unidad para hablar con el oficial a cargo!

Se dirigieron al sector del tercer batallón. El subteniente no se encontraba y los soldados, descansaban esperando el rancho de la tarde.

- Debe estar en la carpa de oficiales. - Dijo Luis mientras tomaban ese rumbo. - ¿Es necesario que yo vaya? ...mi comandante de sección, es el subteniente Zamora.

- Usted ha cometido un delito militar, sargento. Por lo que haga cuenta, que yo soy la policía y que lo llevo arrestado.

Llegaron a la carpa. El oficial ingresó, dejando a Luis en la puerta. Pasaron unos minutos y el teniente Zamora salió esbozando una leve sonrisa.

- ¡­Ah, el sargento Pérez! Me delegaron a mí la responsabilidad de proponer un castigo... Yo creo que diez, no mejor quince días de arresto es lo que usted necesita. - Agregó el oficial. - ­¡Puede retirarse!

- (...) Que estúpido. - pensaba Luis mientras se dirigía a su carpa. - ¿Que mas da los días que me tire? Aquí en la cordillera, no podemos salir a ninguna parte... es lo mismo que estar prisioneros.

El atardecer en la cordillera era distinto, un gélido viento enfriaba el aluminio de la paila, en donde Luis recibía el rancho. Era la misma comida para los clases y los soldados, lo único diferente era el lugar en donde se comía. Un toldo, al lado de la cocina de campaña, servía como casino de suboficiales.

El joven sargento, se dirigió con su comida a una de las pequeñas mesas de campaña, en donde había un espacio. El cabo Paredes, que conociera la noche de su llegada al regimiento, le hizo una seña para que lo acompañara y Luis, caminó hacia el lugar. De pronto una pierna se interpuso en su camino haciéndolo trastabillar, derramando algo de comida en su mano, sintió el calor de esta, que no era lo suficiente para quemarlo ni hacerlo soltar su tacho.

- (...) Este Caviedes, parece que no le bastó la paliza de la tarde. - Pensó en el momento que giraba su cabeza para ver al pendenciero.

- ¡Miren a quien tenemos aquí! - Dijo con su sarcástica sonrisa Kurt Landon, cuando Luis fijó su sorprendida mirada en el.

- (...) Es el colmo... - Pensó Pérez. - ¿Tenían que venirse a juntar aquí, todos los pelotas e imbéciles que hay en el ejercito?

- ¿Así que sargento el buche? - Agregó Kurt. - ­¡Te mandaron saludos del puerto! Entre los gemidos de placer que le hice emitir, me pidió que no te hiciera daño... ¡Tu sabes de que prostituta estoy hablando!

- ­Mira, hijo de puta... ¡Agradece que no quiero más problemas! - Contestó Luis conteniendo la rabia del momento. - ­¡Porque si no fuera así, terminaría aquí lo que quedó pendiente entre tu y yo!

Ante el momentáneo silencio provocado, el joven sargento se alejó, sintiendo enseguida las risas burlonas de Landon. Caminó con la ira carcomiendo sus entrañas y un mal presentimiento, pareció apretarle el corazón. - Si está aquí ese maricón, también debe estar el Choco Zúñiga. - Pensó mientras se sentaba. - Lo buscare después del rancho.

- Otra vez te encuentro preocupado. - Interrumpió el cabo Paredes, que dejó de comer. - Primero en la guardia del Regimiento y ahora aquí, ¿necesitas que te ayude en algo?

- Ahora no compadre, gracias... Tal vez mas adelante.

Las fogatas se repetían intercalándose entre las carpas; los negros cerros, que acogían el campamento, se manchaban con luminosidades naranjas que parpadeaban titilando, entre las sombras de la noche. La majestuosidad del cielo, arriba en la cordillera, mostraba en toda su magnificencia, las constelaciones y estrellas que parecían encontrarse muy cerca.

Luis apresurado, se dirigía hacia las carpas del segundo de línea. Se había conseguido la orden del día, en la que se estipulaban los sectores destinados para los batallones, por lo que sabía muy bien dónde dirigirse.

- Debe estar en alguna fogata, o en las carpas de los clases. - Pensaba, mientras caminaba con cuidado para no enredarse con los vientos de las carpas, clavados en el duro suelo cordillerano.

La risa de Landon, estrepitosa e inconfundible, lo animó a dirigirse hacia el lugar.

- Si está el "buche" seguro debe estar Zúñiga. - Murmuro.

Sentado junto a unos soldados, alrededor de una fogata, compartía el bullicioso cabo Landon. A un costado del grupo, Zúñiga, escuchaba de pie y en silencio las bromas de su ex compañero de curso. Unos segundos después, el Choco se alejó entre las penumbras de la noche, vigilado por Luis que lo siguió a corta distancia.

Caminó un rato, bajando por una pequeña y rocosa pendiente, hasta detenerse. Sacó de su bolsillo, una especie de cigarro enrollado en una de sus puntas. Lo encendió, para proceder a fumarlo con ansias y de inmediato, el ambiente comenzó a llenarse del aromático y penetrante humo de canabis sativa. Bajándose el cierre de su pantalón y con el pitillo en la boca, comenzó a orinar, acompañándose de un estremecimiento tal vez a causa del frío.

Luis se acercó, y ante la atónita mirada de Zúñiga, lo imitó poniéndose a orinar contiguo a centímetros de su costado.

- ¡­Pérez! - Exclamó Zúñiga con sorpresa. - ¡­Buena carreta, parecis fantasma!...

- ¿Como estas, Choco? ¿Así que te tocó, seguir siendo camarada del "sapo" Kurt"?

- ¡Lamentablemente si! Me tocó seguir en la misma unidad del buche.

- Quiero que me devuelvas un favor compadre, y me respondas algo. ¿Te acuerdas de Hilda, la polola del barrio chino?

- ¡­Pero como no voy a recordar a ese bombón del Dragón Rojo!

- ¿Sabes como está? ¿Que ha pasado con ella?

- ­¡Veo que tu, no te enteraste de nada! - Agregó Zúñiga, mientras se arreglaba el cinturón y después de fumar varias pitadas, retomaba el camino a las carpas - ­¡No hay ninguna mujer que la remplace allá en el puerto!

- ¿­Que? ¿Acaso volvió donde su familia? - Continuó Luis, caminando a su lado. - ¡­Que yo sepa, ella no tenía a nadie!

- ­¡No, compadre! ¡A ella la asaltaron! - Agregó Zúñiga mirando al joven. - La violaron y la tiraron por el acantilado de la playita que está entre la caleta El Membrillo y Las Torpederas.

Luis se detuvo. sintió que le flaqueaban sus piernas y le faltaban las fuerzas. Su estómago apretado, parecía querer arrancársele por la garganta y sus manos, buscaron una roca donde sujetarse.

- ¿Que te pasa, compadre? - Preguntó extrañado Zúñiga.

El atribulado sargento, sentándose en una roca, le hizo una seña con la mano como indicándole que estaba bien.

Se tomó la frente y aspiró una profunda bocanada de aire frío. - ¡­Ya, compadre!... ¡Gracias por la información!

- ¿Seguro te encuentras bien?

- ¡­Si! No te preocupes y déjame aquí no mas... Tengo que volver a mi unidad y ya, estoy bien.

Zúñiga lo miró un segundo y después, siguió caminando; mientras Luis, con su rostro enfrentando el cielo, se quedaba en silencio recostado en la roca.

La noche, con su manto de oscuridad, se adueñaba del cajón cordillerano a medida que Zúñiga se alejaba. Quiso mirar al joven sargento y volviéndose un segundo, buscó entre las sombras que cubrían todo el sector. Solo las negras figuras de las rocas más cercanas, quedaban como mudos testigos de la soledad y la desolación. Después, aspirando el pequeño trocito del pitillo que a duras penas lo sujetaba con las uñas, sin votar el humo de sus pulmones, se volvió para continuar su camino.

* * *

Los jóvenes reunidos en una de las cabañas de descanso, del Centro de retiro cristiano, entre el humo del tabaco, entregaban ideas del carácter ideológico y de las formas necesarias para enfrentar y derrotar a la Dictadura Militar. Todos los presentes, se reconocían, sin necesidad de indicarlo explícitamente, cercanos y afines a las organizaciones políticas marxistas.

- Con el cambio de dirección política en la DINA, sumado al reforzamiento del aparato represivo agregado al de inteligencia, no tenemos posibilidad de recuperación pacifica de la democracia... - Indicaba Pancho. - Ya no queda otra alternativa que la lucha armada.

- Pero, hay que prepararla a largo plazo... - Indicaba Jhonny. - Hay que preparar a los jóvenes, como cuadros político militares capaces de organizar y dirigir a las masas.

- Distinguiendo dos tipos de cuadros militares... los de lucha urbana y los de lucha rural...

- ¡No estoy de acuerdo, Pancho! - Interrumpió Víctor. - Yo creo que un buen cuadro político militar debería saber y dominar todas las técnicas de lucha... Tanto urbana como rural, por un tema de movilidad para los cambios de escenario en los enfrentamientos.

- Puede ser... - Reconoció Pancho, guardando unos segundos de silencio. - Pero la lucha deberá darse en forma simultánea en varios frentes... Para fragmentar a las fuerzas represivas.

- Y debido al corto tiempo que se tiene para preparar militarmente a los jóvenes, estoy de acuerdo con Pancho en que debe haber cuadros con conocimientos específicos. - Interrumpió Jhonny.

- Pero, esa es la típica concepción de organización como partido político con un brazo armado... - Opino Lucho, el más viejo del grupo. - El partido de la revolución chilena, tiene que ser un partido político militar, en donde todos los cuadros dominen las distintas técnicas de combate y de lucha callejera... para poder saltar, de estados de resistencia a guerrilla urbana y en otros casos, a guerrilla rural. En la villa Francia, donde vivo, se está preparando a los jóvenes para la resistencia solamente, pero les falta capacitación para lo otro, para ser unos buenos guerrilleros.

- ¡Tienes razón! - Agrego entusiasmado Pancho. - Si pensamos en levantar focos de resistencia urbana y simultáneamente tener focos de guerrilla rural... es necesario preparar cuadros capacitados en todas las áreas político militares. Así, si se necesita reforzar un frente, se repliega el foco y se mueve, pasando de una situación a otra.

En ese momento, la puerta de la cabaña crujió y unos golpes sonaron solicitando la apertura. Los jóvenes guardaron silencio y Lucho, se levanto dirigiéndose a la entrada. El Padre Antonio ingreso a la cabaña, cuando la puerta fue abierta. Observo a los presentes mientras se ubicaba al costado de Jhonny.

- Veo que le están sacando hasta la última gota de provecho al retiro... - Agrego sonriendo. - Me parece bien. Pero, la dirección del Centro, no permite reuniones en las cabañas hasta altas horas de la noche y recuerden que mañana, después del último plenario, volvemos a la capital... así que es mejor que descansen.

- Como vemos... aquí también rige el toque de queda. - Agrego risueño Lucho. - Una extensión del sistema capitalista, dentro de la organización eclesiástica.

- Pero, en el clero, también se está dando la pelea para que en la Jerarquía eclesiástica, los sectores que tenemos simpatías por la Teología de la Liberación, alcancen el poder y den paso a una nueva Iglesia... con la opción preferencial por los pobres. - Agrego el Padre, realizando con su mano un ademán de bendición al grupo. - Así que definan los contenidos ideológicos de la formación a los niños y jóvenes que participaran en las Colonias Urbanas Populares y acuéstense a dormir.

- ¡Así lo haremos, Antonio! - Agrego Lucho, mientras el Padre se retiraba.

Mientras la luna llena, en la inmensidad negruzca del cielo, iluminaba las olas con sus lenguas de espumas que lamían las rocas incrustadas en la orilla de la playa; un jeep militar, seguido de un camión de tropas, recorría la calle principal que conformaba, casi la totalidad, de la localidad de Punta de Tralca.

* * *

Los oficiales, reunidos en la carpa central del campamento militar en el paso de Los Patos, escuchaban atentos al general, comandante de la segunda división. Algunos, en especial los más jóvenes, tomaban notas de las indicaciones del oficial mayor.

- La preparación de los planes de asalto debe ser detallada, para lo cual necesitamos la mayor información posible de la zona. - Acotaba el general apoyado con los puños en la pequeña mesa. - Es necesario que hayan patrullas permanentes en los puestos de avanzada y en los hitos, deben hacerse planimetrías y estudios del sector, donde pasaran las piezas de artillería, además de marcar los lugares peligrosos. Debemos estar listos para movilizarnos en cualquier momento. ¿Alguna pregunta?

- Mi general. - Dijo levantándose un mayor de la unidad de artillería - ¿Es posible que mi unidad se adelante y se ubique más cerca de la frontera? ¡Así tendríamos las piezas disponibles para un avance rápido!

- No se olvide del factor sorpresa... mayor, y que nuestra estrategia es una respuesta a la posible invasión de las islas del sur... Cuando esto ocurra, nosotros invadiremos las localidades de la provincia contigua, si es posible hasta Mendoza. Pero mientras tanto, para evitar un reforzamiento de la zona, ellos no deben saber que estamos acantonados aquí; por lo que este es el mejor lugar, de acuerdo a las condiciones geográficas, para que no seamos descubiertos... ¡No debemos dar ninguna señal al enemigo!

El oficial guardó silencio unos segundos, miró a sus subalternos y agregó; - Nuestro querido capitán General, nos visitara hoy. Debemos mostrar que estamos dispuestos a dar todo por la Patria y la Libertad, contra cualquier agresión, interna o externa. ¡­Porque somos el Ejercito de Chile... vencedor y jamás vencido! ¡­Pueden retirarse!

Los soldados entretanto, sentados con sus mantas extendidas en el suelo, limpiaban meticulosamente las piezas de sus fusiles. Luis, apoyado con la espalda en una roca, controlaba a sus subordinados sin verlos. Con su mirada perdida en el horizonte, se encontraba absorto en sus pensamientos.

- Ese sapo, hijo de puta... Me las va a pagar todas juntas.

- ­¡Los clases, reunirse acá! - Gritó el subteniente Zamora, interrumpiendo la absorción del sargento en ese momento.

Los soldados observaron un segundo el peregrinar de cabos y sargentos, para posteriormente seguir con su labor, pero ahora con más calma. Poco a poco, los instructores se reunieron con el oficial.

- Las órdenes del día son las siguientes: - Agregó Zamora. - A las mil cuatrocientas, se presentara el comandante en jefe del Ejercito; por lo que hay que mostrar una buena imagen de la unidad. Que los soldados mal equipados, se cambien de uniforme, aunque sea el de salida para una buena presentación. Preocúpense de revisarles hasta el último detalle.

El oficial miro unos segundos a los clases que escuchaban atentos, Luis al final del grupo, miraba el pedregoso suelo en declive sin preocuparse de lo que este indicaba.

- ­¡Sargento Pérez! - continuó el oficial - ¿Cree que lo que yo digo no es importante?

- ¡­Ah! ¿Como?... ­Si, digo... ¡No mi teniente!

- ¡­Entonces ponga atención a lo que yo digo! ¿Esta claro? - Agrego con una mirada inquisidora. - Bueno... Como les decía, a las mil cien, será la revisión de la compañía, por lo que deberán estar listos diez minutos antes, para la revisión de las secciones. En cuanto al servicio de guardias, se agregara el servicio de patrullas a la frontera, por lo que hay que readecuar los turnos. ¿Alguna pregunta?

- ¿Cuando nos toca patrulla a nuestra compañía, mi teniente? - Consultó el cabo González.

- Comenzamos el sábado. ¡Ah, y ponga al sargento Pérez con su escuadra, para comenzar! ¡­Retirarse a discreción!

- Este "mono relojero" la agarró firme conmigo. - Murmuro Luis, mientras se alejaba.

Los preparativos para la revisión, se realizaron prontamente. Todos los clases se preocuparon que sus soldados estuvieran pulcramente arreglados, según las órdenes impartidas por el oficial. Solo el sargento Pérez no le dio mucha importancia a esto, preocupándose más del equipo de combate... y era el único que había ordenado a sus soldados, poner la maya de mimetismo en el casco y pintarse la cara.

- ¿Pero que pasa? - pensaba - Parece que estoy en otro ejercito. ¿Se les habrá olvidado lo que les enseñaron sobre los preparativos de guerra?

Miraba extrañado, porque ninguna otra escuadra, ni sección, se había preocupado de esos detalles. - Bueno, cuando llegue el comandante de la compañía, me va a encontrar la razón.

El subteniente Zamora llamo a formar la sección y lo suyo hicieron los otros oficiales. Los soldados comenzaron a ubicarse y las risas de otros soldados, alentadas por los clases instructores, se manifestaron al ver la escuadra que comandaba Luis. Solo el cabo González ordenó a sus subordinados probar la maya de mimetismo en el casco, para después guardarla.

El oficial llegó para realizar la revisión y sorprendido, llamó a Luis situarse frente a la sección. - ¿Pero, es usted un estúpido? - Increpó fuertemente al sargento. - ¿Esas fueron las ordenes que yo di? ¡­Tenemos que estar presentables para la visita del Presidente de la República!

- ­Disculpe mi teniente, pero estamos en estado de alerta y preparados para el combate... ¡Es lo que se usa en una posición defensiva!

- ¡Por favor!... Eso pasa, porque no estaba atento a mis indicaciones... Cuando yo ordene a la tropa, vestirse de combate, se hará y no antes. ¿Esta claro?

De pronto, el ruido de un helicóptero en la lejanía, comenzó a hacerse mayor. En ese momento, el comandante de la compañía apareció caminando rápidamente y ordenó formar. Los oficiales, sin recibir la cuenta de los clases, realizaron el ritual de formación informando al capitán sobre las condiciones de sus secciones.

El subteniente Zamora, después de la cuenta, recibió indicaciones del oficial que, mirando la escuadra de Luis, esperó a que este tomara su puesto y agregó. - La escuadra del sargento Pérez, forme en tercera fila.

El golpeteo de las hélices del helicóptero Puma, se hizo ensordecedor. La nave realizó unos movimientos cortos al parecer para buscar el mejor lugar de aterrizaje y comenzó a posarse, levantando una nube de polvo.

La hélice comenzó a girar cada vez más lento. La puerta se abrió, apareciendo desde su interior los civiles de ternos azules y lentes oscuros. Saltando rápidamente, tomaron posiciones formando un semicírculo frente a la portezuela de la nave. Oficiales de alto rango, en tenida de combate, comenzaron a bajar seguidos por el inconfundible capitán general.

- Llego bien temprano. - Comento susurrando el teniente.

- Se vino volando... - Agregó el cabo González. - En el mismo Puma de siempre, de su regalón el capitán Gavilán.

- Es su regalón porque se lo ganó... Gavilán siempre está dispuesto para las misiones especiales. Es el que se encarga de soltar a las palomas, desde la cordillera al mar.

El instructor guardo silencio. El ritual fue el de siempre, los comandantes de batallón dan cuenta al comandante de la división y este, al capitán general con los honores de la tropa a bayoneta calada.

- ¡­Vista al frent! - Gritó el general con su típica vos chillona. - ­¡descansen... arf!

Hizo una seña al comandante de división que, rápidamente, se ubicó a su costado y agregó; - ¡­Muy malas posiciones defensivas! Se supone que este, es un acantonamiento secreto y debería estar todo mimetizado... Desde el aire, tenía todo identificado... Pude apreciar, hasta de cuantas piezas de artillería disponemos. ¡­Esto no es un juego, señores! ­¡Ni es un ejercicio más! ¡Debemos prepararnos para luchar en el frente de batalla hoy, a la tarde! ¡­Por la patria y la libertad!

- ¡­Patria y libertad! - Gritaron algunos guardaespaldas, azuzando a los soldados para seguirlos. - ¡­Patria y libertad!

El general, con sus manos alzadas, instó a la tropa a gritar con ellos.

- ¡­Patria y libertad! - Comenzaron a gritar algunos soldados.

Fueron algunos segundos de frenesí, los gritos rebotaban por causa del eco en los faldeos cordilleranos, hasta que el general bajó bruscamente las manos. El silencio volvió a reinar en el ambiente y el comandante en jefe, comenzó a caminar seguido por sus edecanes, comentándole algo al oficial que estaba a su lado.

La revisión de la tropa fue lenta. Cada sección que revisaba, servía para dar indicaciones al oficial a cargo. Llegó a la sección del subteniente Zamora y, mirando la escuadra de Luis, lo hizo salir al frente.

- ¿Este es el comandante de alguna escuadra especializada? - preguntó al capitán.

- ¡No, mi general! ¡Este sargento es de reserva y actuó por su cuenta! Al parecer, no escucho bien las instrucciones.

- Primero... En estado de movilización nacional, no hay personal de reserva. - Agregó el general en un tono paternal. - Este es un sargento igual a los demás, con todos sus derechos y deberes. Y segundo; ¡Este es el tipo de personal que necesito para el combate!

- ¿Cual es su nombre, sargento? - Le pregunto, llevándolo al medio de la formación.

- ¡Luis Pérez, mi general!

- ¡­Anote, edecán! Lo recomendaremos para la Dirección Nacional de Seguridad. - Le indicó al oficial que los acompañaba y deteniéndose sobre una pequeña loma, el general, se dirigió a los batallones en formación; - ¡­Aquí esta! ¡­El sargento Pérez es el único clase, que sabe muy bien en la situación que estamos! ¡­Es un ejemplo para la división! ­¡Soldados como él, son los que pueden decidir una guerra y cambiar las situaciones casi perdidas, para ganarlas! Muy bien, sargento. ¡Tome su puesto de combate!

Después, el general siguió con la revisión. Mientras Luis, volvía trotando a su lugar.

- (...) Esto es tener mala suerte. - Pensaba mientras tomaba posición. - Solo a mí, tenía que ocurrírseme mimetizar la escuadra. Ahora me van a mandar a la DINA y voy a seguir prisionero de esta forma de vida... ­No, ¡ya está bueno! ¡­Tengo que salir de esta jaula de plata! ¡Debo hacer algo para cambiar mi situación!


No hay comentarios:

Publicar un comentario