domingo, 20 de marzo de 2011

Capítulo XV MOVILIZACION NACIONAL

Capítulo XV

La mañana era fresca. La nubosidad matutina cubría el océano, mientras el sol, iluminaba la parte alta de los cerros de Valparaíso. Luis se despertó sobresaltado, buscó su reloj sobre el velador y miró la hora.

- Rechu... - Exclamo, murmurando in perceptivamente. - Son un cuarto para las siete de la mañana y la formación es a las ocho.

Buscó su ropa; estaba en el suelo, a los pies de la cama. En un rápido movimiento, dobló la esquina de las sabanas destapándose y se incorporó desnudo.

En la cama semiabierta, se encontraba Hilda durmiendo profundamente... con su espalda desnuda y sus glúteos a medio tapar. Luis la miró un segundo y la cubrió con las sabanas.

Segundos después estaba vestido; tocándose la barbilla, meditó un segundo.

- Tengo que llegar al cuartel, cambiarme de ropas y afeitarme... ¡no creo que alcance a hacer todo eso!

Se acercó a Hilda y besándola suavemente en la mejilla, le susurró.

- Nos vemos amiga... Tengo que irme.

Hilda, despertando lo miró tiernamente.

- ¿Por que tan temprano?

- Tengo que llegar a la formación y no creo que alance a asearme.

- ¿Si es por la afeitada? Yo tengo la máquina y el jabón de Jano...

- Bueno, pero igual tengo que llegar a cambiarme de ropa.

- También tengo un uniforme que el guardaba, para cuando se quedaba dormido... - Dijo incorporándose en la cama - ¿Tal vez te quede?

- ¡Ya veámoslo! El era casi de mi porte y solo tendría que sacarle las presillas de oficial.

La mujer se levantó cubriendo su cuerpo desnudo con una bata, buscó en el velador un espejo con la máquina de afeitar y se las entregó al joven. Después, se encaminó al viejo ropero abriendo sus puertas y sacando un uniforme de combate, lo dejo en el respaldo de una silla.

- Aquí están las botas... Son del número cuarenta y dos. - Agregó mientras las sacaba de un rincón.

- ¡Esta si que es suerte! - Dijo Luis mientras se afeitaba. - Es el mismo número que yo calzo.

Rato después, se encontraba vestido y listo para la formación.

- Te queda muy bien... - Dijo Hilda mirándolo de pies a cabeza.

- Bueno, tengo el tiempo justo para llegar a la lista de la mañana. - Contestó Luis tomándola de los hombros y besándole los labios. - Lo único que me faltó, fue el desayuno.

Abrió la puerta y guiñándole un ojo, se alejó mientras Hilda, sujeta de la puerta, lo miraba perderse en la esquina.

* * *

El Capitolio de la ciudad de Washington se alzaba imponente ese día luminoso de primavera. La estatua del presidente pensativo, al cenit de la amplia escalera de cemento, se recortaba como dominando el parque y los jardines que le daban un aire de amplitud a la metrópoli principal del Imperio Americano.

Era el centro político mundial de la cultura occidental, que se auto arrogaba como el baluarte de la Libertad Mundial y de la Democracia... Ahí se encontraba también el imponente y moderno edificio Sede de las Naciones Unidas, que con todas sus banderas flameando al viento, aparentaba un mundo organizado sobre las bases de la paz y la autodeterminación de los pueblos. Pero la realidad, era completamente diferente a esa imagen y la Guerra Fría, continuaba con la división ideológica que fragmentaba los países Africanos que buscaban su independencia y ponía a sus habitantes en constantes luchas fratricidas... Se desarrollaban interminables combates entre las guerrillas Afganas y el ejército Soviético, que dejaban cientos de civiles muertos como daño colateral, con masacres también contra el pueblo Musulmán y Palestino, que era arrinconado en la Franja de Gaza por las organizadas y eficaces tropas Israelitas que, al igual que los grupos afganos, eran financiados encubierta o públicamente por el Pentágono. En América latina en tanto, la supuesta guerra contra el terrorismo, encubierto en la nueva doctrina americana de la "Seguridad Nacional" se llevaba a cabo por los ejércitos nacionales, que usaban todo el poder del estado para sus políticas de exterminio y represión contra los opositores a las Dictaduras.

El mundo, convulsionado después de la Segunda Guerra Mundial, se debatía entre el Capitalismo occidental y el Socialismo real, que competían por alcanzar el éxito económico de sus sistemas. El bien y el mal, era difuso de acuerdo a las informaciones entregadas por las distintas agencias informativas que se disputaban la hegemonía en las distintas zonas mundiales. Las agencias y cuerpos secretos de inteligencia nacionales, exhibían logros de agentes y dobles agentes, que se paseaban de un bando a otro, con informaciones y contra informaciones tecnológicas, usando todos los medios para cambiar identidades, creando personajes comunes, que eran desconocidos hasta para los agentes de la CIA, de la KGB, de Al Mossad o al Servicio de su Majestad Británica... En ese contexto, agentes chilenos pertenecientes a la DINA se encontraban en la metrópoli mundial, como turistas... agentes secretos que habían ingresados con Pasaportes falsos; Michel Towley era el contacto que durante meses, trabajaba involucrado con cubanos anticastristas de Miami, que habían intervenido el auto de Orlando Labosier y su esposa, un Ex Diplomático del gobierno socialista de Allende.

Los itinerarios y rutinas del exiliado chileno, seguido y espiado constantemente, estaban claras y definidas. Los agentes llegaban para confirmar y ejecutar el plan "Babilonia" que consistía en el asesinato de éste en Washington, como demostración de poder y capacidad operativa de los servicios de seguridad que ya habían actuado en Argentina y también preparaban operaciones en Europa... Italia cobijaba a un Dirigente Demócrata Cristiano que peligrosamente se había convertido en opositor al Régimen Militar.

La operación estaba clara y definida... solo faltaba implementar el plan para ejecutarlo; El norteamericano Towley se había encargado de la adquisición de los explosivos, los cubanos, se habían preparado para colocar las bombas en el automóvil y serían supervisados por los agentes militares chilenos.

Ese día, Labosier debería salir solo a una reunión con dirigentes Social Demócratas europeos y el camino que ocuparía era propicio para la explosión sin provocar mucho daño colateral, por lo que durante la noche, se había preparado el automóvil del ex diplomático y se dañaba el automóvil de su esposa, para que no hubiera alternativa de cambios a última hora. Se usaba un dispositivo de contacto electrónico, que se operaba a control remoto con alcance medio, a cargo del agente chileno que accionaría el mecanismo.

Como estaba programado, Labosier salió temprano. Los espías cubanos encargados, confirmaron la salida, pero el diplomático no salió solo... lo acompañaba su señora y después de confirmar que su automóvil no arrancaba, usaron el vehículo disponible junto a la secretaria y el chofer; Se agregaban dos víctimas no consideradas. El vehículo salió de la casa y cambió de ruta para dejar a las mujeres en su destino, sobraba tiempo para llegar posteriormente a la reunión, a pesar de usar un camino con más tráfico. Los agentes fueron advertidos del cambio de ruta, por lo que debieron buscar un lugar apropiado para accionar el dispositivo, con la disyuntiva de una explosión en una vía transitada, por lo que el impacto de agregar vehículos y personas a dañar, provocaría una reacción adversa mayor en la opinión pública norteamericana.

- ¡Mi hehmano! ¿Ustedes deciden si lo hacemos o lo abohtan! - Indicó por radio el cubano que seguía al vehículo. - Pero, si lo hacen... no debe sabehse que estamos involucrados. ¡están solos en esto!

- ¡Si no lo hacemos ahora, descubren la bomba y estarán sobre aviso! - Indicó un agente chileno. - ¡No tenemos otra opción!

Minutos después, una explosión remecía la avenida en Washington, causando la muerte de siete personas y cuantiosos daños. La consternación del hecho en la opinión pública norteamericana y mundial, alcanzó al congreso de los Estados Unidos, que exigió la investigación y el esclarecimiento de los hechos, para confirmar si los aparatos de seguridad chileno se encontraban involucrados y como medida anticipada, se exige al gobierno norteamericano, la prohibición de venta de armas y municiones a Chile.

* * *

Esa mañana, la formación era distinta en el Regimiento escuela. El comandante no se había presentado a recibir la cuenta y el capitán más antiguo había tomado su lugar. Después, todos los oficiales se dirigieron a la comandancia, quedando solo los suboficiales y soldados, a la espera de las órdenes en el patio de formación.

Mientras en la calle, en el portón del cuartel número dos, una treintena de jóvenes esperaban inquietos que les indicaran que hacer. Eran los nuevos reclutas que debían cumplir con su servicio militar obligatorio.

- Este año se adelantaron en los llamados al cuartel. - comentaba un suboficial. - Es muy extraño.

- Debe ser por la negociación limítrofe de las islas del sur. - Respondía el sargento Henríquez.

- Pero, si ni siquiera han terminado el periodo los soldados que están aquí. - Opinó el cabo Acuña.

- Algo deberán hacer con ellos, porque en el cuartel no hay donde meter otra compañía de infantería.

- Tal vez los manden a otra división.

En ese momento irrumpieron los oficiales y de inmediato, comenzaron a impartir las órdenes. El curso fue llevado rápidamente a la sala de clases.

El teniente Salinas, de pie frente al curso, comenzó a leer el oficio de la Dirección General de Movilización nacional que confirmaba los nuevos ascensos. Todos los aspirantes ascendían un grado más y sobre la antigüedad, no se había modificado mayormente.

- Estos ascensos son los últimos que tendrán en este curso. - Indicaba el teniente - Y con el grado indicado, ahora, llegarán a sus nuevas unidades.

Hubo un murmullo en el curso que fue interrumpido por el oficial.

- ­¡Guardar silencio! ...Ahora, las ordenes son finalizar el curso y destinarlos a prestar servicios a las unidades que les indicaré a continuación. ¿Alguna pregunta?

- Firme mi teniente. - Dijo Sazo mientras se levantaba - Se suponía que este curso era para salir como oficial de reserva y yo, como más antiguo, solo termine como suboficial... ¿Significa que ya no seremos oficiales de reserva?

- La situación actual en el país, ha hecho modificar lo definido. - Respondió el teniente - Estamos en una situación de movilización nacional a causa de que los trasandinos, no han respetado los tratados sobre las islas del sur y por eso, se adelantó el reclutamiento y los traslados de tropas. En sus nuevas unidades tendrán la posibilidad de seguir ascendiendo hasta oficial, de acuerdo a las órdenes que reciban y como las cumplan... Y si se declara la guerra, no serán oficiales de reserva, sino que serán oficiales de planta... mínimo por diez años.

Nuevamente hubo un murmullo generalizado por los comentarios de los aspirantes, mientras el teniente, comenzaba a leer las destinaciones.

Durante toda la tarde, los soldados se dedicaron a realizar el inventario del cargo para posteriormente entregarlo en el almacén, quedándose solamente con el uniforme de salida que sería lo que deberían usar para el traslado hasta su nueva unidad. Cerca del atardecer, fueron llevados a las oficinas de la comandancia para cancelarles el sueldo y distribuir los pasajes de tren a los que usarían este medio.

- Como siempre... - comentaba Zúñiga - Son más los descuentos que lo que nos pagan. Y eso que tenemos nuevo grado.

- Incluyendo los descuentos del traslado. - Agregó Vega.

- Muy bien, aspirantes... - interrumpió el sargento Henríquez. - Yo me despido de ustedes aquí, que les vaya muy bien en su nueva unidad. Los que tengan donde quedarse en la noche y los que viajan ahora, tomen sus cosas y pueden salir. Los que no pueden partir hasta mañana, las camas de la cuadra están disponibles y deben entregarlas aseadas por la mañana. ¡­Pueden retirarse!

Algunos soldados se retiraron inmediatamente mientras la mayoría de la escuadra, se despedía del clase con un apretón de mano. Luis se encaminó a la cuadra, llegó a la que fuera su cama y tomó su bolso. Miró la cuadra vacía, sintió los murmullos de algunos aspirantes que entraban y se dirigió a la salida.

- Suerte compadre. - Dijo Macías extendiéndole la mano derecha para despedirse.

Luis respondió con un apretón de mano y un golpecito en el hombro. - Que te vaya bien, Bruto.

Se despidió rápidamente de los otros aspirantes y tomando su bolso, se alejó por el pasillo.

- Me quedare donde Hilda esta noche. - Pensaba, mientras bajaba las escaleras. - así, mañana viajo de día a la capital.

La repentina aparición de Kurt lo hizo detenerse bruscamente.

- ¿Ya te vas, Buche? - Aludió burlonamente Landon. - Conque a rey muerto, rey puesto. ¿He?

- ¿Que te pasa huevón? ¿Quieres despedirte a combos?

- ­ ¡No! ¡Ahora no! Pero no te preocupis, huevon... ya nos vamos a encontrar y tendrás tu oportunidad... - Dijo sarcásticamente Kurt, mientras subía las escaleras. - ¡Pero cuidado! ¡Te puede pasar lo que le pasó a tu amigo el oficial!

Luis se quedó mirando al aspirante que siguió por el pasillo, la rabia se reflejó en su rostro.

­ - Y ándate tranquilo, que yo cuidare a tu amiguita mientras no estés Aquí. - Terminó diciendo Kurt mientras se alejaba.

- Si algo le pasa a Hilda... Seguro que nos vamos a encontrar, hijo de puta. - Murmuró Pérez y siguió su camino.

La noche comenzaba a refrescar. En el aire, se sentía esa humedad típica del puerto en las noches de verano. La solitaria pareja sentada en un banco del mirador observaba en silencio las pequeñas luces de los faroles, esparcidas sobre los cerros del puerto, mientras las estrellas en el firmamento semejaban un reflejo de estas luces. La luna llena, que había aparecido poco después que el astro rey fuera tragado por el océano, iluminaba suavemente con su luz blanquecina a la pareja que, en un suave coloquio, juntaba sus labios en un apasionado beso.

El joven, acarició el rizado pelo de la mujer que, separando suavemente sus labios, volvió a mirar el paisaje, apoyando su cabeza en el hombro de Luis.

- ¿Y, por que tienes que irte mañana? - Preguntó Hilda acariciando su pecho sin dejar de mirar el luminoso mar. - ¿No te puedes quedar otro día?

- Me gustaría, pero no puedo. Debo presentarme en tres días más, en el cuartel número tres de Los Andes y quiero pasar a la Capital, para ver un par de días a mi familia... No la veo del año pasado.

- Siempre me pasa lo mismo... - Murmuró la mujer con melancolía. ­ ¡Por eso te dije que no quería verte más! ­¡Yo sabía que también te iba a perder!

- Pero no digas eso, puedo regresar contigo una vez que termine todo esto.

- ¡Mi querido amigo! ¡Tengo miedo de que te pase algo! - Agregó la mujer y se quedaron en silencio un momento, Luis se levantó y tomando de la mano a Hilda, la atrajo hasta su cuerpo mientras ella murmuraba. - Me han matado a todos los que he amado y no creo volver a resistirlo.

El joven la miró un segundo a los ojos y después, sus labios entreabiertos se juntaron en un apasionado beso.

- Invítame a tu pieza... - Murmuró el joven como absorbiendo el aliento agitado de la mujer. - Olvidemos toda esta basura de vida que nos imponen, aunque sea por una noche... Estoy cansado, ¿sabes? quiero volar... Ser libre como las gaviotas y no me dejan... Me siguen encerrando en la jaula y ya no quiero estar ahí, aunque sea una jaula de plata.

Hilda lo miró un momento, sus ojos achinados brillaron un instante y después de un tierno beso en la frente, delicado, casi maternal, lo llevó de la mano por las escaleras rumbo a su casa.

Entraron a la pieza. Se encontraba pulcramente ordenada y un aroma a humedad, inundaba el ambiente. Hilda se dirigió al mueble y sacando una varilla de incienso, la encendió dejándola clavada en un corcho.

- ¿Quieres que te prepare algo? ¿Una tacita de café?

- Si tú quieres... - Contesto pausadamente Luis.

Mientras Hilda se dirigía a la cocina y ponía la tetera sobre el fogón, Luis buscaba algo cerca del sillón.

- El libro de Neruda, ¿donde lo dejaste?

- Esta debajo... ¿Me vas a leer algún poema? - Agregó la mujer sacando del mueble las tazas y el azucarero para dejarlo al costado.

El joven sacó el libro y sentándose en el sillón, lo abrió. Buscó entre las hojas, hasta detenerse en un punto.

- "Puedo escribir los versos, más tristes esta noche... - Comenzó a leer suavemente. - Escribir por ejemplo, la noche está estrellada."

Mientras leía, la tetera comenzó a expulsar el vapor del agua en ebullición. - "Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido."

Hilda, que ya había preparado las tazas, vació el agua en estas y llevando una al sillón, se la dejó a Luis en un costado.

- "Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma, como el pasto el rocío."

La mujer, tomó la otra taza de café y la llevó a la cama. Dejándola en el velador, comenzó a desvestirse.

- "Eso es todo. - Siguió leyendo mientras miraba de reojo a la cama. - A lo lejos alguien canta. A lo lejos..." - Se detuvo un momento para observar el cuerpo desnudo de la mujer que se acomodaba en la cama.

- "Mi alma no se contenta con haberla perdido." - Hilda recostada, escuchaba los versos. - "Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo."

Luis dejo de leer y levantándose del mullido asiento, se encaminó lentamente donde la mujer soltándose la camisa para desabrocharla.

Minutos después, las luces se apagaban y la casa enclavada en el cerro, quedaba en silencio mientras un carro, subía tirado por el cable metálico.

* * *

La oficina del General se encontraba convenientemente iluminada. Unas cajas de cartón sobre la alfombra, contienen algunos elementos personales y documentación secreta; otras carpetas en el escritorio, se apilan junto a documentos sin archivar. El oficial en su asiento, se acomoda para escuchar a Rogelio que, con una carpeta roja en sus manos, presenta el informe de las acciones en el exterior a su superior.

- ¿Le han cambiado de oficina, mi General? - Agregó mientras le extiende la carpeta para entregarla.

El oficial, sin agregar comentario, toma el documento y comienza a revisarlo de forma superficial. El Agente, mirando a su alrededor, se queda de pie esperando la orden del superior que continúa con la revisión deteniéndose en una página, para profundizar la información.

Segundos después, el General observa al agente y dejando la carpeta sobre el escritorio, se acomoda en su asiento, golpeando repetida y suavemente con el lápiz la portada del documento.

- ¡Bien... bien, comandante! - Agrega guardando un segundo de silencio. - No se puede negar que ha realizado un excelente trabajo de inteligencia, un buen trabajo de neutralización a los diferentes grupos y organizaciones terroristas, junto a perfectas acciones operativas eficientes y eficaces... contra la fauna marxista.

Se levantó lentamente para volverse hacia el ventanal que iluminado por la luz del día, permitía ver los edificios colindantes y la imponente mole del campanario que coronaba el tejado alineado en repetidas pendientes, del techo de la iglesia. - Para que decir, la calidad de las acciones en el exterior, que han provocado un efecto persuasivo de consideración, en los opositores que se pasean por el extranjero. - Agregó sin volverse, y con la mirada perdida en el horizonte de la capital. - Pero, las medidas tomadas contra la Junta Militar chilena, por los gobiernos americanos en la OEA, junto a la presión exterior por las supuestas violaciones a los derechos humanos, han provocado en el país, una necesaria reestructuración en la Dirección Nacional de Inteligencia.

Se quedó nuevamente en silencio. después, girando lentamente hacia el agente, lo observa con sus manos en la espalda. - Se ha iniciado un proceso para la realización de un juicio sobre los pasaportes falsos que usamos últimamente, como exigencia del Gobierno Norteamericano que tiene pruebas del involucramiento de agentes en el atentado y ajusticiamiento, denominado arbitrariamente como asesinato en Washington.

El agente exteriorizó una leve inquietud, siendo percibida por el oficial que agregó enseguida. - Pero usted no debe preocuparse... siempre el hilo se corta por lo más delgado. El problema es que yo, no seguiré al mando de la DINA, y también se produce un cambio de mando en el Escuadrón Operativo, por lo que el nuevo director a cargo, el General Contreras, me ha entregado la ingrata misión de informarle, que también usted es relevado del puesto de mando y sus agentes serán redistribuidos.

- Bueno... Era de esperarse. - Indicó Rogelio con altanería. - El nuevo mando acomoda a sus incondicionales.

- Pero usted continuará trabajando en la Dirección Nacional... - Agregó el General sin prestar importancia al comentario del Agente. - Deberá asumir funciones en procesamiento de información y datos, donde deberá organizar un laboratorio CPD con computadoras, para control de las comunicaciones sociales e informaciones públicas.

- Una forma de retiro anticipado... Espero que usted tenga mejor suerte, mi General, alguna División en el Sur... Con esto de las islas en disputa.

El oficial tomó la silla tras el escritorio y corriéndola hacia la ventana, tomó asiento tranquilamente, tomando la carpeta del informe para abrirla. - Espero que le vaya bien en su nuevo cargo, comandante... La política y la guerra son parte del mismo excremento. ¡Buena suerte! - Agregó finalmente el General que, sin mirar al agente, comenzó a revisar el documento.

* * *

El astro rey comenzaba a asomarse lentamente tras el monte Aconcagua, que se vislumbraba lejano entre los cerros, atiborrados de coloridas construcciones de madera, de los barrios marginales del Puerto. Las crestas indefinidas por la luminosidad matutina, se recortaban imponentes anteponiéndose a la cordillera de la costa.

El sonido de la diana, resonó melodioso entre los pasillos y cuadras del regimiento de Infantería, marcando el inicio del ajetreo diario de los cuerpos militares.

En la oficina de la comandancia, el capitán Sagredo frente al coronel responsable, dejó sobre el escritorio el último informe de seguridad interna, con las observaciones del personal de la unidad.

- Se ha concluido con la limpieza en el cuartel, por el momento. - Dijo mirando al comandante que, sentado en su escritorio, revisaba unos documentos. - Solo falta revisar los casos recuperables de los aspirantes en el curso.

- Eso, ya no nos compete a nosotros... - Contestó el coronel - Solo quedaron cinco en esta unidad y usted los recomendó.

- Yo me refiero a los casos que salieron destinados, debe haber un seguimiento de seguridad.

- En todas las unidades hay oficiales encargados de seguridad interna y su función es la de chequear esos elementos.

- ¡­Si! Pero nuestras órdenes son trabajar coordinados entre las unidades nacionales, así como en la zona Sur de Latinoamérica... No olvide las medidas de cooperación e intercambio, tomadas para la operación cóndor.

- Esa operación ha perdido sentido hoy con los problemas limítrofes que tenemos... tanto en las islas del sur, como en la frontera norte con los dos países andinos.

- Ese es un problema de política externa, mi coronel, que no tiene relación con el enemigo interno, que pone en riesgo la seguridad interior del estado y nos afecta a todos los países por igual... Por lo tanto, los problemas limítrofes, dejarán de tener sentido en el futuro.

- Usted lo ha dicho, capitán... ¡­En el futuro!

- Está bien mi comandante, me ocuparé de enviar los antecedentes a las distintas unidades, pero creo que es necesario recibir el último informe del agente encubierto del curso, para entregar la información completa y después, comenzaré con el control a los nuevos reclutas, para tomar las medidas necesarias.

- Usted sabe muy bien cuál es su función... - Agregó finalmente el coronel, procediendo a firmar los documentos de su escritorio. - Debe tomar las medidas correctivas que estime pertinentes, capitán.

La mañana había despuntado hacía algunas horas. Alberto salía de la cuadra con sus maletas para dirigirse a la guardia.

- A ver si alcanzo el bus de las diez. - pensaba.

Llegó al patio y miró por última vez las instalaciones del regimiento, de pronto vio salir a Kurt de la oficina del comandante.

- Y este huevón, ¿Que hacía en la comandancia? - murmuró mientras Landon se acercaba.

- ¿Todavía estas aquí, buchón? - Se apresuró a decir este, ante la mirada inquisidora de Alberto.

- Y tú, ¿En que atado andai?

- Eso no es asunto tuyo, buche. - Terminó diciendo mientras se dirigía a la cuadra.

El aspirante lo miró un momento y moviendo negativamente la cabeza, se dirigió a la guardia.

Rato después, Alberto salía del Regimiento rumbo al paradero del colectivo que lo llevaría al terminal, dejó su bolso en el suelo y buscó en sus bolsillos unas monedas. Una hermosa joven de falda corta y blusa, se acercó al lugar y se detuvo a esperar también; el joven la miró un segundo y esta, sintiéndose observada, se movió inquieta mirándolo de reojo.

El microbús dobló la esquina y enfiló rumbo a los jóvenes creando un bullicioso ambiente con el sonido ronco del motor. Llegó al paradero y se detuvo.

Sin mover un músculo, Alberto cortésmente cedió la pasada para que subiera la joven. Esta, subió coquetamente sujetando por detrás la falda para evitar que el viento la levantara, mostrando aún más las piernas tostadas por el sol.

- Que lastima. - pensó el joven subiendo detrás. - Justo ahora que me voy del puerto, se me aparece esta muñeca.

Pagó el pasaje y caminó por el pasillo hasta quedar a su lado, mientras el colectivo, bajaba por la empinada calle de Playa Ancha, hasta llegar a la costanera.

Entretanto, el joven Luis caminaba absorto por el plano, en dirección a la estación de trenes. Llegó a la plaza de los héroes, cruzando hacia el edificio de la marina a la entrada del puerto, enfrentó las imponentes puertas de la Estación abiertas de par en par.

Minutos después, en la boletería del terminal de buses interprovinciales, Alberto Vega consultaba por pasajes para la capital.

- ¡Para hoy están agotados! - fue la respuesta del funcionario.

- Y ¿no hay otra línea que salga a Santiago?

- La Tur que está en la esquina.

- Ya pasé por allá y tampoco tienen pasajes.

- La otra posibilidad es irse a Viña y de ahí tomar un bus a la capital, o bien irse en tren... hay uno que sale en media hora.

- ­Bueno, gracias. - Terminó diciendo Alberto.

Rato después, el joven caminaba en dirección a la estación de ferrocarriles.

Hilda, bajó corriendo las empinadas escalas del cerro. Vestía un pantalón de género negro ajustado en sus muslos, pero desde las rodillas, comenzaba a enanchar hasta cubrir casi todo el zapato. Una blusa blanca cubierta por un chaleco que, a medio abrochar, ocultaba casi completamente sus manos mientras era sacudido por la caída de los pies en los peldaños.

Sin dejar de correr cruzó por la plaza incrustada en medio del barrio chino, que a esas horas se encontraba casi vacío.

- Tengo que llegar antes que se vaya. - Pensaba en medio de su cansancio.

Dobló por la esquina enfrentando el monumento en homenaje a los héroes navales. La estación de trenes se alzaba imponente al fondo, a un costado de la entrada principal al muelle de embarque.

El silbido de una locomotora anunció la salida de un tren y segundos después, los metálicos vagones enlazados, lentamente comenzaban a circular por las vías haciendo estremecer los durmientes.

Ella entró jadeante al ensombrecido hall de la estación, su corazón apresurado parecía querer salirse del pecho. Una rápida mirada a la boletería, le bastó para buscar a alguien y una mueca de frustración se reflejó en su cara.

- ¡­No está! ¡Partió sin siquiera despedirse! - fue el pensamiento que cruzo por su mente, cuando de pronto, sus ojos se fijaron en un joven... ahí estaba.

Sentado en los antiguos asientos de madera e iluminado por la tenue luz de la sala de espera, Luis la vio venir. Se levantó lentamente y se dirigió a ella que inmóvil, lo miraba con sus achinados ojos brillantes, que dejaban escapar algunas lágrimas.

- No quise despertarte. - Comentó este, mientras abría los brazos para estrecharla contra si.

- ­ ¡Debías haberlo hecho! - Fue la respuesta que recibió entre sollozos - ­No me pude despedir de ninguno de los hombres que he amado y ahora tu... ¿te vas de esta manera?

Se quedaron abrazados unos segundos en silencio y las lagrimas de Hilda mojaron el cuello del joven que, con un nudo en la garganta, la estrechaba como queriendo fundirla en su pecho.

El tren comenzó lentamente a moverse en el andén. El silbido de la maquina, anunciaba la salida de la estación en los precisos momentos en que, un barco en la bahía, saludaba con su ronco sonido. Poco a poco, la máquina fue tomando velocidad y comenzó a dejar el recinto de la estación.

Hilda, con su mano en alto y lágrimas en los ojos, miró como el tren se alejaba. Se quedó allí hasta que el último carro se perdió en la lejanía.

Mientras la gente, sujetándose de los asientos para no perder el equilibrio por los movimientos y bamboleos de los carros, circulaba por los pasillos en el interior del vagón de pasajeros; Sentado en solitario, Luis perdía su mirada en el cambiante paisaje exterior.

El océano y sus barcos, eran tapados por momentos cuando una mole de cemento pasaba rápidamente en sentido opuesto. Las bodegas del puerto y los grises muros parecían jugar a moverse con el paso del tren, pero el joven soldado, miraba por la ventanilla absorto en sus pensamientos. De pronto, alguien interrumpe sus recuerdos inmediatos.

- ­Lucho... ¿Que tal te va?

Se volvió para mirar a Alberto que sonriendo, se sentó a su lado.

- Ola Vega, ¿también viajas a la capital?

- Por eso estoy Aquí... Hay que aprovechar, por lo menos un día antes de presentarme en mi nueva unidad.

- Y, ¿donde tienes que presentarte?

- En el Cuartel número tres del valle de Aconcagua... Infantería de montaña.

- ­Parece que estamos destinados a seguir juntos. - Indico Luis cabizbajo. - ­Yo también tengo que presentarme ahí en dos días más.

- Es que los buenos elementos... siempre vamos al mismo lugar.

Luis guardó silencio, mirando un instante hacia el mar que comenzó a desaparecer por una muralla de contención. - ­Si... Tarde o temprano, vamos todos allí. - Dijo melancólicamente.

* * *

Las casas de madera encaramadas en la ladera del cerro, parecían revivir con la luz de los escuálidos faroles de la irregular calle de la población periférica porteña. Por las ventanas y las rendijas del techo, comenzaba a filtrarse la luz interior que era encendida por sus moradores. Un hombre, adulto joven, vistiendo unos jeans gastados y suéter, con una bufanda café castaño al cuello, se detuvo frente a una puerta de madera vulgar; miró en todas direcciones y golpeo tres veces con los nudillos. Desde el interior, una voz casi imperceptible, inquirió el santo y seña.

- Voy de viaje al paraíso. - Respondió el hombre y unos segundos después, la puerta se abría.

Una mujer con su nariz y boca envueltas en un pañuelo árabe, apareció dejándole la pasada, por lo que el hombre, subiendo la bufanda a su nariz, ingreso a la casa.

En el interior, cuatro hombres y otra mujer se encontraban sentados alrededor de una antigua mesa cubierta de un seboso mantel plástico; sobre esta, unas hojas de papel junto a unas tazas de té, acompañaban a los presentes. Todos cubrían su rostro con pañuelos de distintos colores y uno que otro, gorro de lana.

La mujer, que había serrado la puerta con una tranca, sacó otra taza de un mueble al costado de la meza y la puso frente al hombre que segundos antes, tomara asiento en el espacio destinado para su participación en la reunión.

- Siguiendo con el informe... - Agregó uno de los hombres presentes. - Con el desgaste de la Junta Militar en las Naciones Unidas, después del asesinato en Washington, tenemos información que se está reestructurando la DINA y hay muchos agentes que han quedado expuestos con la investigación que se lleva en la justicia. - El orador, sacó una foto de su bolsillo y la puso en la meza. - Este hombre, que aparece saliendo del tribunal donde se lleva el caso de los pasaportes falsos, fue reconocido por el compañero Agustín, del regional Santiago, como uno de los militantes de enlace del comunal de nuestro partido, que fue exterminado en una ratonera... los acecinados en la calle Conferencia. Se ha confirmado que es o estuvo infiltrado en la Dirección Central y que ahora, está trabajando aquí en el Pancho.

- Entonces, es peligroso y hay que hacer algo para neutralizarlo. - Interrumpió el recién llegado.

- El compañero tiene razón... - Agregó el orador, continuando. - La comisión de Control y cuadros, junto a la Comisión de Autodefensa del partido, después de juzgarlo en ausencia, lo ha sentenciado y está realizándole un seguimiento para ejecutar lo antes posible su ajusticiamiento.

La mujer del pañuelo árabe, tomo la foto y después de mirarla, la hizo circular entre los presentes.

- Por lo tanto, debemos redoblar las normas de seguridad de este regional... - Continuó indicando el hombre. - Debemos estar alertas, informar si lo encuentran en algún lugar del Puerto, no establecer ningún tipo de contacto con compañeros descolgados, antiguos o nuevos, que no sean los enlaces definidos... Y se detiene hasta nueva orden, el reclutamiento en las células del Partido. Hay que bajar esta información a todos los militantes, en el informe político, procurando realizar las atenciones a los Secretariados de las Células lo antes posible.

La noche terminó de caer en la población... Poco a poco, las luces de las casuchas comenzaron a apagarse y en los vacíos callejones de los cerros, el silencio se adueñó del ambiente nocturno pre toque de queda. Desde la casa de seguridad, entre las sombras y la penumbra, salió una persona que se perdió en la quebrada y minutos después, otra fugaz imagen se escabulló entre las ranchos del sector... Un perro ladró alarmado unos segundos y después, nuevamente el silencio cómplice, confabulado con las húmedas sombras de la noche y el rocío marino, ocultó a los hombres que se movían en la clandestinidad.

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