Capitulo VI ENEMIGO INTERNO


Capítulo VI




Atardecía en el puerto.  La sirena de un barco  avisaba que se preparaba para atracar. En él, quizás algunos marinos chilenos, después de varios meses venían a reunirse con sus  familias.
Luis, caminaba apresuradamente por entre las calles del centro, su rumbo era la empinada avenida por la cual salían e ingresaban los vehículos que venían desde la capital.
Hacía mucho tiempo que no veía a su familia y aprovecharía esta ocasión, en que disponía de unos días de licencia, al término del periodo formativo. Además, debía entregar unos antecedentes personales que se necesitaban para el ascenso a un grado superior y los datos requeridos, los tenía en casa de sus padres.
Después de subir la inclinada pendiente, la carretera comenzaba a internarse por unos pequeños bosques de pinos.
En un cruce o empalme de caminos, reducían la velocidad los vehículos que se dirigían a la capital y los que acortaban camino para los cerros occidentales del sector Barón. En ese lugar, separados por algunos metros, se reunían haciendo “dedo”, marinos, soldados y alguna pareja de jovencitas, para que algún conductor solitario los llevase.
 - Ahí viene un Chebrolet. - Pensó Luis - Ojalá tenga un poco de suerte y me lleve.
Levantó su dedo pulgar indicando la dirección que llevaba el vehículo. Este siguió su camino, sin siquiera intentar detenerse, por lo que Luis decidió, debido a la competencia de viajeros mochileros, caminar por la carretera y esperar, que alguien tuviese la voluntad  de recogerlo. Minutos después, un pequeño Fíat se detuvo algunos metros más adelante.
- ¿Hasta dónde vas? - preguntó el conductor cuando Luis se acercó.
Era un joven de pelo castaño que sonriendo, esperaba la respuesta de Luis.
- Hasta la capital...
- Te puedo dejar en el cruce, yo solo voy hasta Viña. - Acotó con un acento sureño, abriendo la puerta delantera.
- De acuerdo. - Dijo Luis y se sentó al lado del joven.
Por un momento, ambos guardaron silencio. Luego, fue Luis quien inició la conversación.
- Si vas a Viña, ¿por que te viniste por acá? ¿No te sale más rápido por la costanera?
- Es que esta carretera tiene menos tránsito, además me deja mejor, porque vivo en el sector de Nueva Aurora.
 - ¿Hace mucho que vives en Viña?
 - No... Cerca de un mes.  Yo  soy del sur y vine  a trabajar en esta región. - Miró  un segundo a Luis y continuó. – Allí, en el sur, la cosa está muy mala… Solo se trabaja por la temporada y pagan una miseria, así que, para no morirte de hambre, tienes dos alternativas; Aceptar las migajas que te ofrecen los patrones o irse a otro lugar, a tentar mejor suerte.
- Pero, aquí tampoco hay mucho trabajo…
- Si, pero por lo menos, puedes conseguir algo permanente.
El vehículo comenzó a aminorar la velocidad, las palmas que pasaban rápidamente por el costado, parecían saludar al viajero que circulaba por la carretera. Segundos después, llegaban al cruce y el automóvil se detuvo.
Luis bajó cerrando la puerta tras del.
 - Gracias, que tengas suerte amigo. - Dijo acercándose a la ventanilla.
 - Que te vaya bien a ti. - Respondió el conductor y se alejó rumbo a su destino.
Luis quedó solo en la carretera, las sombras del atardecer comenzaron a caer. Los vehículos pasaban sin intentar siquiera recoger al viajero, que caminaba y se volvía haciendo la seña con su dedo para que lo llevaran, cuando venía algún vehículo.
Comenzó a sentir frío y decidió caminar más rápido, de pronto un automóvil se detuvo. Luis corrió hacia él, cuando la puerta trasera se abrió.
 - ¿Vas a la capital? - Fue la pregunta de una joven de cabellos rubios que, sentada en el asiento delantero, miraba altiva a Luis.
 - ¡Sí, gracias! - Contestó escuetamente el militar, admirando la belleza de su interlocutora.
Se subió acomodándose en el asiento trasero, mientras era observado por la muchacha. El automóvil continuó su camino y la joven, un segundo después, se volvió hacia la conductora que era una seria, pero atractiva mujer mayor, de cabellos rizados castaños.
 - ¿El papá sabe que vamos a visitar a la Nona? -  Le consulto.
La mujer, sin dejar de mirar la carretera,  movió la cabeza afirmativamente.
- ¿Dejarás que me quede allí en Santiago un par de semanas?... Viña es una lata en este tiempo y donde la Nona, me entretengo mucho más.
 - ¡Esta bien! Pero debes llamar a tu padre y avisarle. - Contestó la mujer que, por un momento, miró a la joven. Después, volvió a fijar la vista en el camino, aprovechando de observar a Luis por un segundo, a través del espejo retrovisor
 - ¿Tú eres de la capital? - Preguntó la muchacha, volviéndose a mirar al pasajero que, en silencio, parecía observar el paisaje exterior.
 - Sí.
 Ante la escueta respuesta, se quedo unos segundos mirando a Luis de pie a cabeza. Después, se volvió y acomodándose en el asiento, buscó en la guantera una cinta de audio que introdujo en la radio del vehículo. Una suave música remplazó el silencio.
Los minutos pasaron lentamente, a pesar de estar concentrada en el camino, la madre miró por un instante a la muchacha.
 - ¿Tienes hambre? - preguntó suavemente.
 - Un poco.
 - Nos detendremos antes de Lo Vásquez para servirnos algo.
 Al rato, el vehículo llegó a un puesto de servicio carretero y se detuvo junto a otros automóviles estacionados bajo un alero de tejas. Las mujeres, sin decir una palabra, bajaron y se encaminaron al recinto de comedores. El joven quedó solo en el auto, la noche ya había caído y el frío se sentía en su interior.
 - Me tomaría un café. (…) - Pensó Luis - Claro, si tuviera dinero para pagarlo... Mejor espero aquí.
 Los minutos pasaron lentamente, empezó a sentir sueño y se acomodó en el asiento.
 - Se están demorando mucho. Tal vez sería mejor ver si me lleva otro vehículo. - Pensó un instante. - Aunque, aquí estoy cómodo... No, mejor sigo esperando. Además estoy bien acompañado, la rubia es muy bonita.
Comenzó a dormitar. De pronto, sintió a las mujeres que conversando, se acercaban al vehículo. No sabía cuánto tiempo había pasado.
Rato después se encontraban viajando por la carretera. La muchacha no volvió a dirigirle la palabra. Viajaban en completo silencio, excepto por la música que, a intervalos de acuerdo a la duración de la cassete, se escuchaba con la joven recostada en su asiento.
El largo e iluminado túnel, parecía anunciar que estaban llegando a la capital. Luis se preparó para, en forma oportuna, avisar donde deseaba que lo dejaran.
El vehículo, recorrió rápidamente los últimos kilómetros y comenzó a internarse por la autopista que ingresaba a la ciudad.
 - Me pueden dejar en la maestranza del tren metropolitano. - Dijo Luis acercándose a los asientos en donde viajaban las mujeres. - Ahí me queda bien.
El automóvil redujo la velocidad, segundos después, se detenía en la berma de la autopista.
 - Muchas gracias. – Dijo, cuando bajó del vehículo, pero ninguna respuesta obtuvo de sus atractivas tripulantes.
El joven, debía caminar  algunos kilómetros antes de llegar a casa de sus padres. Un aire tibio, de la noche invernal, presagiaba un aguacero.
 - Ojalá  no se ponga a llover antes de llegar. - Pensó mientras caminaba por los desiertos callejones.
Como respuesta a sus pensamientos, comenzó a caer unos débiles goterones. Luis apuró el paso, la lluvia se desató justo en momentos en que llegaba a la puerta de la casa.
El murmullo silencioso del agua al caer en las vacías calles de la población, fue roto por los ladridos de un perro. Había entrado la noche y las luces de la casa, estaban apagadas. Luis buscó en su maletín.
- Las llaves deben estar por aquí. - Pensaba mientras el agua escurría por su rostro. - Así no despierto a nadie para que me vengan a abrir.
Segundos más tarde, se encontraba en el interior la casa estaba en silencio. Sin encender las luces, se dirigió a la pieza que compartía con su hermano antes de partir al servicio militar. Buscó el interruptor y al iluminar el dormitorio, comprobó que se encontraba vacío.
 - Debe andar pololeando o en alguna fiesta... ¡Claro, si hoy es viernes! - Pensó mientras se quitaba la mojada ropa. - Tal vez llegue mas tarde.
Ordenó su antigua cama y se recostó en ella, el monótono sonido de la lluvia lo introdujo en un pesado sopor que lo hizo dormir profundamente.
Al día siguiente despertó muy temprano. Su hermano, no había llegado durante la noche. Se levantó y comenzó a recorrer la casa encontrándola sin sus moradores.  Mientras se preparaba el desayuno, fue a preguntar a la vecina por si sabía algo.
- Se fueron a Peñaflor ayer en la mañana, parece que tenían  un casamiento. - Fue la respuesta que obtuvo finalmente de la señora Carmen.


*  *  *


El aguacero duró toda la noche, las fonolas empapadas, dejaban escurrir el agua hasta las orillas de los techos que goteando, mojaban las tablas traslapadas y húmedas. El barro se acumulaba en los pequeños espacios entre mediaguas, provocando que el agua turbia de los pozos sépticos inundados, producto del deficiente drenaje, se filtrara por el piso de las viviendas saturando el ambiente interior, de vapores y olores malolientes.
Pedro Navarro se levanto somnoliento esa mañana, cuando la lluvia hubo amainado y los nubarrones grises, se desplazaban empujados por el viento sur, hacia los cerros que encajonaban la población El Cortijo, al norte de Santiago. Una de las pocas casas de Seguridad que se disponía en la población, se encontraba prácticamente enfrente de un reten policial, pero la proximidad de las casuchas permitía sortear por pasajes y recovecos, la vigilancia del lugar haciendo la casa habitación segura, para los cuadros clandestinos de dirección.
El hombre encargado de la vivienda, le entregó unas botas de agua a Pedro, cuando se terminaba de vestir.
- Tome, compañero… Es la única manera de salir con los pies secos y en el barro, la goma recauchada afirma sobremanera. – Agregó.
-  Gracias, Luchito… tengo mucho movimiento hoy a pesar del condenado mal tiempo, así que no se si llegue antes del toque de queda, mejor que no me espere.
- Ta lista el agua caliente, pa tomarnos un tesito antes de salir.
- ¿Pa calentar el cuerpo? Vamos… pero rapidito, para salir luego.
Rato después, el microbús azul se detiene en el paradero de la calle Recoleta. Navarro desciende del vehículo, mirando en dirección contraria como una forma de precaución y toma rumbo al oeste, caminando en dirección contraria al tránsito vehicular. Después de algunas vueltas por las húmedas cuadras, hace contacto con Amalia, la dama de las camelias.
- Rene me dio su recado… ¿no era mejor coordinarlo por enlace? – Indico Navarro mientras seguían caminando.
- Si, compañero. Pero es urgente la tarea que tenemos. -  Agregó Amalia. – Se ha acordado por la dirección clandestina, realizar la reunión en la calle Conferencia.
- Pero, ¿esa casa no tenía problemas?
- Se ha estado chequeando las últimas semanas y al parecer está limpia.
- ¿Quién puede corroborar que está segura?
- Yo misma pues compañero… ¿Cree que yo me arriesgaría si no fuera así?
Pedro guardó silencio unos segundos. Miró al cielo nuboso y respiro profundo. – De acuerdo, compañera. ¿Cómo es el proceso de compartimentación para la llegada?
- Somos los primeros, los vecinos me conocen y tengo la llave, así que lo dejo en la casa y voy a coordinar los otros ingresos.
Siguieron caminando en dirección a la calle Conferencia. Pedro chequeaba constantemente los pasajes aledaños en busca de automóviles extraños, pero nada anormal se presentaba ese día invernal. Llegaron a la casa, la calle se encontraba desierta y unas suaves gotas comenzaron a caer. Amalia abrió la puerta ingresando ambos al interior seco y temperado. Una silla al lado de una ventana, era apropiada para controlar el exterior de la vivienda y chequear a los compañeros que ingresarían.
Pedro se sentó y procedió a sacarse las botas embarradas, quedando con zapatillas que en su tiempo fueron blancas, mientras Amalia, tomaba un paraguas colgado en un estante de la cocina y procedía a salir del lugar.
- En el estante hay café, galletas y algo de fruta, ya puse el agua a calentar así que sírvase nomás, compañero… Yo voy a ver el asunto del almuerzo y la comida.
La casa quedó en silencio, la lluvia golpeando el techo de latas comenzó a sentirse en forma constante. El sonido de la tetera con el agua hirviendo rompió la monotonía del lugar y el ritual de preparar café, distrajo la mente del impaciente militante.
Pasaron un par de horas, mientras Pedro miraba absorto el exterior. La lluvia había parado y el cielo se abría con una luminosidad etérea. Primero llegó un hombre delgado y de baja estatura, que se detuvo frente a la puerta. El pequeño compañero, miro la calle con algunos jóvenes en la esquina, todo parecía normal e ingreso a la casa cuando, después de la seña, Pedro le abrió.
Luego, la Dama de las camelias llegó con dos bolsas de género, con el almuerzo para cinco personas.
- Vienen llegando Bonny y Clay, así que almorzaremos juntos para coordinar la reunión. - Agrego Amelia, mientras se dirigía a la puerta y soltaba el seguro de contención.
Una pareja adulta, tomados de la mano, donde el hombre parecía un poco más joven, se detienen en la esquina. Se abrazan como para iniciar un romance a la luz pública, pero solo observan en ambas direcciones de la calle, separándose para seguir e ingresar a la casa que mantenía la puerta entreabierta.
Saludaron a los presentes de forma cariñosa. Algunos no se veían hace meses y en circunstancias un poco menos tranquilas, por lo que el encuentro servía para soltar en parte el estrés acumulado el último año.
Almorzaron de forma distendida, planificando la reunión junto con las confidencias producto del aislamiento clandestino. Por unos minutos se olvidaron del control exterior y del chequeo, puesto que todos concordaban que la situación exterior del sector poblacional, era la normal para un día como este.
La Dama de las camelias volvió a salir, quedaban cosas que arreglar para la onces comida, por lo que dejó organizado el término del día y la distribución de las piezas para descansar al término de la reunión. El último en llegar fue el compañero Ramiro, secretario general del comité, que después de haber recorrido y chequeado los alrededores de la población, ingreso a la casa.
Las horas anteriores a la reunión, comenzaron a pasar mientras Amelia no volvía, Se improvisó la cena, con fruta y lo que quedó del almuerzo, mientras la preocupación se apoderaba de algunos participantes. Esperaron el inicio del toque de queda. El silencio tanto en la casa como en la población, era profundo, el exterior estaba demasiado tranquilo y la reunión comenzó.
La consigna principal era la lucha antifascista, que identificaba la acción por la unidad del movimiento popular para enfrentar la Dictadura, en una nueva fase de repliegue con resistencia activa.


*  *  *

En la población de Las Barrancas, al oeste de la capital, todo era normal. La lluvia caída no causaba estragos por su ubicación en la parte alta de la comuna y las evacuaciones de aguas lluvias, eran expeditas gracias a un proyecto de mejoramiento realizado por la Junta de Vecinos en el pasado Gobierno Popular.
Los días que Luís estuvo en casa, los pasó solo. Su  familia seguramente no volvería hasta el domingo, por lo que aprovechó de visitar a los amigos. Víctor Villagra fue uno de ellos y con este, se consiguió de forma anticipada, el dinero para el pasaje de vuelta al puerto.
-  Así que en Valpo… y ¿A que te mandaron? – Preguntaba Víctor.
-  A estudiar para oficial de reserva… Creo que le falta personal al Ejército.
-  Yo creo que es para remplazar a los que están asumiendo otras labores… Funciones políticas y legislativas. Como ahora están en el Gobierno.
-  Puede ser… porque allá en el cuartel, no he sabido de personal militar muerto en enfrentamientos… En el toque de queda siempre mueren solo civiles.
-  Bueno, Luís… no voy a comentar la opinión que tengo referente a eso. – Agregó Víctor. – Pero, cuéntame alguna historia que te ha pasado en el cuartel.
-  De acuerdo, aunque nos dicen que no hablemos de lo que pasa adentro, te voy a contar como nos fue en la campaña de Peldehue… Casi me agarro a combos con un cabo medio fascista que, la agarro conmigo y entonces tuve que actuar. (…)  
Víctor se acomodo en el asiento, mientras escuchaba el relato del joven, afuera entretanto, otros jóvenes aprovechaban las horas que quedaban antes del toque de queda, para distraerse el fin de semana.
La última noche que Pérez pasó en su casa, la aprovechó para escribir algo a sus hermanos y a sus padres, dejando las notas en sus respectivos veladores.
Al día siguiente por la tarde, partió tal como había llegado.
En el Terminal de buses había mucho ajetreo en la tarde. Sentado enfrente de los andenes, Luís leía un libro. Cuando de pronto, alguien se lo arrebata rápidamente. Un joven, con sus zapatos perfectamente lustrados, estaba a su costado.
- ¿A dónde va este pelado? - Preguntó riendo Cosme Olivos.
Reponiéndose de la sorpresa, Luís sonrió también. - ¡Que bien! Por lo menos volvemos acompañados. - Dijo y guardó tranquilamente el libro.
El bus partió a la hora prevista. Arreglaron con el asistente el cambio de asientos, para quedar juntos y cómodamente sentados. La ciudad capital lentamente fue quedando atrás, mientras los amigos, conversaban sobre lo que habían hecho el fin de semana.
De pronto Cosme cambió el tema.
- ¿Trajiste el número de la matricula militar?
-  Yo sí que soy pelota... Vengo a Santiago por los antecedentes personales y se me olvida traerlos.
- ¿Y que vas a hacer? - Volvió a preguntar Cosme - Necesitan esos datos para legalizar los ascensos.
- ¿Sabes? Tal vez tengo el número de la matricula en mi porta documentos. - Dijo Luís y comenzó a buscar en sus bolsillos sacando la billetera. - A ver... puede estar por aquí.
Cosme observaba como el joven hurgueteaba entre sus papeles cuando de pronto, apareció una fotografía que hizo estremecer a su dueño. Era el rostro del presidente Allende, que había sido derrocado por el golpe militar.
Recordarlo y pronunciar su nombre era motivo suficiente, para que las fuerzas de seguridad encarcelaran en los campos de concentración del Norte, a quien lo hiciera y Luís, guardaba una fotografía sin recordar cuándo y porque lo había hecho. Todos estos meses, de servicio militar primero y de formación después, la portó estando dentro de los regimientos, sin percatarse del peligro que corría.
Rápidamente la introdujo entre sus papeles, sus manos comenzaron a transpirar.
- ¡No! No está la matrícula... - dijo sin siquiera mirar a Cosme.
- Vas a tener que conseguirla de alguna manera. - Respondió en forma casi normal su acompañante.
El breve momento en que la fotografía estuvo a la vista, fue el suficiente para que Olivos se hubiese percatado de quien era. Luís sintió un sudor frío que le corría por la frente y la espalda.
- Quien me manda a guardarla en mi porta documentos... – Pensaba, mientras guardaba nuevamente la billetera en su bolsillo.
Sus inquietudes de conocer la historia lo habían motivado a hacerlo, puesto que en los días posteriores al golpe, muchos libros, revistas y fotografías de los años del gobierno popular, habían sido quemados. Los textos de historia que se habían editado con posterioridad, no tenían fotografías del último presidente elegido por votación popular y la narración histórica que se hacía del periodo, solo servía para justificar la toma del poder llevada a cabo por los militares.
Frías gotas de sudor comenzaron a caer por la frente de Luís, miró hacia el exterior del vehículo viendo en el reflejo del vidrio a Cosme, que impertérrito lo observaba.
- Tiene que haberla visto... – Pensaba mientras aparentaba estar tranquilo.
Momentos después, sin decir una palabra más, los aspirantes se recostaron en sus asientos e intentaron descansar.
Luís no dejaba de pensar en lo ocurrido. Recordaba la materia enseñada en el curso, sobre la doctrina de seguridad nacional, como cada soldado debería estar atento, buscando constantemente al enemigo interno. Al marxista que está  infiltrado en todas partes.
   - La foto... Tengo que hacerla desaparecer. – Reflexionaba. - Si Cosme me acusa, no deben encontrar las pruebas.
El bus interprovincial llegaba al Terminal del puerto, en el cual, la actividad nocturna pre toque de queda, ya había comenzado. Los soldados bajaron del bus, Luís debería encontrar la oportunidad de deshacerse de la fotografía.
Debería ser en algún momento que se encontrara solo. - Lo haré camino al cuartel. -  Pensó un instante.
- ¿Vamos en microbús? - preguntó Cosme.
Era la oportunidad. Se marcharía solo y podría tirarla en alguna escalera del puerto.
- ¡No! Me iré‚ caminando. No tengo plata para la micro.
- Yo te pago el pasaje, no te preocupes.
Luís tuvo que aceptar el ofrecimiento. Su mente divagaba sobre lo ocurrido. Tal vez Cosme no había visto la foto.
- No tengo que ser ingenuo... – Pensaba. - Seguramente no quiere perderme de vista para que no pueda deshacerme de la prueba.
El microbús subía los cerros lentamente. Al llegar al Hospital Naval se detuvo un momento, Cosme y Pérez bajaron del transporte. Segundos después, caminaban hacia la guardia del cuartel.
El centinela abrió la reja metálica. Los soldados ingresaron y se presentaron al comandante de guardia.
- Aspirante Luís Pérez se presenta sin novedad, mi cabo. Permiso para ingresar...
- ¿Y usted soldado? - Preguntó el clase mirando a Cosme.
Luís también lo miró. Si lo acusaba ahora, estaba perdido. Fue un tenso segundo de silencio para Pérez.
- Aspirante Cosme Olivos mi cabo, sin novedad.
El joven respiró aliviado. El clase autorizó el ingreso y los soldados se encaminaron a las cuadras. De pronto, Cosme se detuvo.
- ¡Sigue tú no mas, Pérez!... Yo tengo que hacer una llamada en la guardia. Vuelvo enseguida.
Luís comenzó a preocuparse de nuevo, siguió rápidamente el camino a la cuadra.
- Seguramente ahora me va a denunciar. Debo hacer desaparecer la foto de inmediato. - Pensó.
Cuando llegó al pabellón, lo primero que hizo fue entrar al retrete y buscar la fotografía.
- ¡Chitas que vienes urgido! Gritó el aspirante Zazo que controlaba el ingreso de los soldados.
Sin decir palabra, Luís siguió buscando. De pronto, ahí estaba.
- ¿Ahora, que hago con ella? Si la tiro por el baño, quedará flotando. Primero voy a masticarla. - Pensaba.
Acto seguido, la introdujo en su boca y comenzó a morderla. El papel absorbió toda la saliva, el sabor terroso le hizo sentir deseos de vomitar, debió tomar un sorbo de agua y por fin era una masa húmeda. Después, la escupió dentro del retrete e hizo correr el silencioso.
El papel desapareció entre las  turbulentas aguas.
- …Es que venía con diarrea. - Dijo saliendo del baño y dirigiéndose hacia donde estaba sentado el monitor, confidenciando... - Estaba que me cagaba.
Segundos después, Luís se disponía a acostarse. Todos  sus sentidos estaban atentos a lo que pudiera ocurrir.
Sintió pasos en el pasillo, tal vez eran los policías militares que venían en su busca. Miró hacia la puerta esperando que ingresaran conteniendo la respiración...
Cuando vio entrar a tres compañeros  de curso, sintió un alivio momentáneo.
- Si Cosme estuviese llamando por teléfono, no se habría demorado tanto... tiene que haberme acusado y seguramente están a punto de venir a buscarme. - Reflexionaba cuando nuevamente sintió pasos. - Es una sola persona... Podría ser él.
Cosme Olivos entró a la cuadra y se presentó al monitor. Después se dirigió a los casilleros.
- ¿Pudiste comunicarte? - Preguntó Luís, un poco más tranquilo cuando Cosme pasó frente a su cama.
- ¡Sí! Se demoró un poco, pero al final pude hacerlo. - Fue la respuesta del joven que siguió su camino.
Pérez se sintió aliviado, no había ocurrido nada. Cosme no quiso acusar a su compañero o bien, no había visto la fotografía.
- Nunca sabré la verdad, a menos, que se lo pregunte... - Reflexionó finalmente. -  Y no  pienso hacerlo. Tal vez, algún día cuando todo sea distinto.


*  *  *

En medio del toque de queda, en la madrugada del día lunes, un vehículo negro se detuvo en la calle principal, a la entrada de la Población capitalina. Otros vehículos mayores, tipo furgones, se detuvieron más atrás, bajando civiles armados con ametralladoras compactas Uzi americanas.
Los furgones policiales comenzaron a llegar sin sirenas encendidas, un microbús pintado de verde, se detuvo al final de los vehículos bajando carabineros con armamento de guerra. El oficial a cargo, se entrevisto con el comandante Rogelio y este, entregó las instrucciones que, comenzaron a aplicarse de inmediato. Cerraron el perímetro poblacional, para contener la salida de los terroristas que lograran traspasar el cerco operativo, sin participar en el asalto a la casa cuartel.
Las viviendas vecinas fueron desalojadas en planificado silencio, dos días antes de la reunión, organizada y propuesta por el Comandante Rogelio a La dama de las camelias, que operaba de enlace del comité Regional y con un agente denominado Rasputin, infiltrado en el Comité Central Clandestino del Partido Comunista. Las otras viviendas de la calle Conferencia, ubicadas enfrente, tenían efectivos desde semanas, en turnos permanentes de vigilancia. Era una verdadera ratonera.
Rogelio organizó a los grupos, enviando a los más experimentados a la vanguardia, el grupo de novatos quedo en tercera línea, sobre los techos de las casas de seguridad que rodeaban la ratonera. Schillins o Gringo, como era nombrado por sus pares, quedó frente a la puerta principal en la calle Conferencia.
La energía eléctrica del sector fue cortada, la calle quedo a oscuras, solo con las sombras que se desplazaban ocultándose también de la luz de luna.
Los efectivos rodearon la casa, sigilosamente. Se apostaron pegados a los muros de las casas vecinas, sin pasar enfrente para no ser detectados. Todas las calles aledañas, fueron copadas por un impresionante despliegue de medio centenar de efectivos.
Una vez cubierto cada centímetro del lugar, quedaron a la espera de la señal que autorizaba el ingreso a la ratonera.
Pasaron unos segundos y la linterna que portaba Rogelio, se encendió y apago dos veces. Primero tiraron las granadas en la puerta, y las explosiones remecieron la vivienda.
Sorprendidos los moradores que descansaban, después de la larga reunión, solo atinaron a cubrirse de la balacera que se desató. Ramiro, el secretario regional, presuntamente preparado para sortear una retirada, alcanzo a tomar el único revolver con seis tiros. Los otros compañeros, que no contaban con armamento y la única mujer, en estado de terror tirada en el piso, no ofrecían resistencia alguna. La unilateral refriega fue infernal, una nueva granada termino por dejar herido a Ramiro. El humo de la explosión comenzó a disiparse y Pedro, que se encontraba a algunos metros, tomo el revólver hasta el momento sin usar. Se acerco hacia la ventana, levanto la mano con el arma y se incorporó recibiendo un balazo en el hombro, disparado por el Gringo, cuando intento hacer fuego defensivo.
Los efectivos civiles en tropel, ingresaron sin resistencia a la morada, los heridos entregados a su suerte, fueron empujados a la muralla y obligados a quedar hincados con las manos en la nuca. La ejecución fue inmediata… una balacera de proporciones efectuada por una decena de agentes, contra los indefensos militantes prisioneros, dejaron los muros humeantes y los cuerpos tirados en un charco de sangre, con múltiples impactos de bala.
Unos minutos después, se modifico rápidamente la posición de los cuerpos, dejando a Ramiro y a Pedro en las ventanas. Los otros cuerpos, fueron sacados de la casa dejándolos en la calle, como si hubiesen intentado escapar. Les colocaron granadas y armas automáticas bajo los cuerpos, mientras los demás agentes dispararon contra las casas vecinas, quedando las huellas en los muros sólidos y en las casas de madera, que no ofrecieron resistencia, perdiéndose el plomo de guerra en algunos maderos de las estructuras, hasta que termino el tiroteo.
Una vez que el escenario estuvo listo, en la madrugada, permitieron a carabineros que, junto a los periodistas oficiales de la televisión nacional, ingresaron al perímetro para realizar algunas grabaciones periodísticas.
Un enfrentamiento con terroristas fuertemente armados con bazucas, metrallas y rifles de repetición, en una casa de seguridad de calle Conferencia, donde se preparaban para realizar una sangrienta fase de atentados como parte del Plan Zeta en Santiago, fue la noticia oficial entregada a los periodistas.
- Las granadas que portaban los marxistas, les explotaron con la refriega, solo un efectivo de la recién creada dirección de Inteligencia Nacional DINA, quedo herido, con un hematoma en el hombro derecho. – Agrego el comandante Rogelio, a cargo de la operación.
Al día siguiente, todos los medios de comunicación difundieron esa noticia, que confirmaba la continuación del estado de guerra interna.