Capitulo IV ORDEN DEL SUPREMO GOBIERNO


Capítulo IV

 


El otoñal amanecer en la ciudad de Santiago, era anunciado por los vientos armónicos de la trompeta que entonaba la diana, desde la guardia del Regimiento. La escuadra en formación, saludaba la bandera patria con el logo del primero de infantería, que era izada solemnemente por el cabo de servicio. Era el inicio de las actividades militares que, comenzaban antes de levantar el toque de queda en la ciudad.   
Aquella mañana, la formación matinal en el Cuartel uno de la ciudad capital, no era como todas, tenía algo de especial.  Por primera vez los reclutas formarían a iniciación de servicio con todo el batallón, los clases les repetían a cada momento que esta formación era importante, porque la cuenta la recibía nada menos que el comandante del regimiento, creando en el soldado un interés desmedido en esa actividad, que era igual a las demás y que se realizaba todos los días.
El clase de servicio les revisaba una y otra vez los viejos uniformes gastados, tratando inútilmente de mejorar su apariencia para acudir a la formación.
- No puede tapar el sol con un dedo. - Pensaba Luís. -  Somos la última chupada del mate.
Rato después, las columnas de soldados convergían desde los costados hasta el centro del patio. Momentos después, se encontraba formado todo el batallón rindiendo honores al coronel, que era como un semidiós que mandaba a todo el regimiento y debía saber todo lo que ocurría en el cuartel.
Terminada la formación, el comandante se reunió con el personal de oficiales.
Posteriormente, una vez entregadas las  instrucciones, el coronel se retiró. Los oficiales reunieron a los clases suboficiales de cada compañía e impartieron las tareas para que estos, mandaran a los soldados que las realizaran.
Siempre era así, era el sistema vertical de orden y mando del Ejército.
Los instructores se ubicaron frente a la compañía, los soldados conscriptos expectantes, esperaban las indicaciones de la orden del día.
- Los que tengan cuarto año de educación media. - Gritó el clase de servicio.
- ¡Formar a este lado! - Replicó el sargento Gallardo, mostrando a su diestra.
Una veintena de conscriptos salieron de la fila, ubicándose en el lugar indicado por el sargento. Entre ellos, estaba Luís.
- Escuchen bien… - Dijo el sargento. - Van a ir formados en silencio, al patio del casino de oficiales, donde mi coronel va a hablar con ustedes.
Acto seguido, los soldados marcharon guiados por un clase.  Eran alrededor de 50 los soldados de todo el batallón que se juntaron en el lugar indicado, estaban formados. De pronto, los clases inician las órdenes de formación y honores, frente al coronel que aparece en ese instante.
- ¡Bien! ¡Veamos que tenemos por aquí!
El coronel, comenzó a pasearse frente a los conscriptos como eligiendo a los más aptos. Se paraba preguntando algo al soldado que tenía enfrente, así fue eligiendo a diez de ellos, Luis no supo cómo y estaba metido en el grupo. Tal vez la respuesta entregada al coronel había sido la políticamente correcta.
Sin decirles nada mas, llevaron a los elegidos en dirección a sus cuadras y el coronel, acompañado por los oficiales se dirigió al oficial encargado.
- De acuerdo a las órdenes del Supremo Gobierno, estos soldados se van al curso para oficial de reserva del cuartel dos. - Comunicaba el coronel. - Tenemos que elegir además, soldados para el curso de comandos y los destacados, serán asignados a la dirección de  inteligencia nacional.
- Pero, ¿no será peligroso que conscriptos recién ingresados...?
- ¡No se preocupe! - interrumpió el coronel al capitán que opinaba. - Si bien estos jóvenes tienen cumplida su enseñanza media y es posible que algunos hayan sido contaminados con ideas marxistas, en estos cursos se verá quienes son recuperados. Y los que no... Seguridad interna está haciendo una limpieza al interior del ejército y hay muchas bajas en actos de servicio.
Dicho esto, se acercó nuevamente a los soldados que quedaban formados esperando y siguió realizando la selección del personal.


*  *  *


La noche de aquel sábado era oscura… El ladrido de los perros interrumpió el silencio de la noche en la población del extremo norte de la ciudad capital. De pronto, disparos de fusil y carreras hicieron despertar a más de un poblador que, en sus camas, arrinconadas en algún lugar de las modestas casas de madera, elevaban una plegaria para protegerse de alguna bala perdida.
En el interior de un cuarto aislado al fondo de un patio, Pedro Navarro estaba preocupado. Las casas de seguridad que usaban los compañeros se reducían cada vez más y muchos militantes se percataban de movimientos raros en sus barrios. Autos americanos circulando lentamente y demasiados gringos militantes de las Iglesias Mormonas recorrían cada mañana, las calles de las poblaciones denominadas callampas, conversando con los vecinos.
Los compañeros de la dirección del Partido no estaban atendiendo en forma regular y muchas veces cambiaban los puntos de encuentro. El asilo en las embajadas era ya casi un acto suicida y los dirigentes que se encontraban en peligro, debían realizar operaciones de encubrimiento de gran envergadura, que consistía en viajar al sur para salir a la Republica trasandina, por pasos cordilleranos casi desconocidos.
La noche paso lentamente para Pedro, le acongojaba el hecho que en la mañana del domingo se había fijado una reunión de emergencia del comité regional norte y por problemas de una casa segura, se había citado a los dirigentes del Partido a una escuálida Parroquia cristiana, a la hora de la misa del mediodía. Y el lugar, al ser de la iglesia católica, no se había podido chequear ni asegurar, por lo que se corría un riesgo desconocido.
La mañana despuntó con aire invernal… El ambiente presagiaba un aguacero inminente, pero la reunión debía realizarse de todas formas, por lo que Pedro se levantó preparado para salir de inmediato. La hora del toque de queda concluía en cualquier minuto, por lo que buscó en el cajón barretín oculto en el muro divisorio, la cedula de identidad falsa.
Salió al patio de la casa y se dirigió a la reja de madera que hacía de portón. Soltó el candado que aseguraba la cadena de cierre y lo cerró nuevamente, dejándolo colgado en el poste que soportaba la reja contigua. Salió a la calle vacía, observó disimuladamente alrededor y confirmando que no ocurría nada anormal, inicio su camino hacia la parroquia.
La campana, colgada en un listón clavado a un poste de madera, comenzó a repicar con cada tirón de la cuerda que realizaba un joven de jeans y casaca. Llamaba a misa de 10, horario definido por los feligreses para cada domingo. Pero ese día, en forma extraordinaria, se realizaría otra a las 12 horas, organizada por la pastoral para la Primera Comunión de los jóvenes de la Población que, recientemente, habían formado un Centro Cultural.
Esos jóvenes se habían conseguido la sala de la pastoral, para la supuesta reunión de sus padres al mediodía. El encargado de la Pastoral, que en tiempos de democracia militara en el partido de la Izquierda Cristiana, que era una incisión política producida en el período del Gobierno Popular en el partido más grande de la oposición de ese tiempo, la Democracia Cristiana… Y era un ex dirigente de la Junta de Vecinos, organización que ahora, contaba con dirigentes que habían sido designados por la Junta Militar. El sabía del riesgo que implicaba la decisión tomada, pero la situación ameritaba una ayuda a las organizaciones políticas perseguidas que operaban en la clandestinidad.
Pedro Navarro llegó temprano, la misa anterior se encontraba en pleno desarrollo y se instaló en el acceso a la pequeña parroquia que se encontraba llena de feligreses. Miró a los asistentes buscando algún compañero de partido, su vista recorrió ávidamente los rostros meditantes encontrando al de una dirigente, en un rincón de la izquierda. Avanzo entre los vecinos hasta situarse a su costado.
Se miraron un segundo y guardaron silencio quedándose en el lugar hasta el término de la misa. Salieron con la multitud y se dirigieron a la sala indicada por el encargado de la Pastoral
- ¿Cómo está, compañera Amalia?
- No muy bien, compañero… mi casa tiene compañía todas las noches y en la población, han realizado dos veces allanamientos masivos.
Las reuniones se hacen cada vez más difícil. Vamos a tener que buscar otra forma de entregar la información… Por motivos de seguridad.
- Ahí viene el compañero Ernesto.
Un hombre de pequeña estatura y pelo corto, ingreso a la sala cerrando la puerta tras de sí. Miro a los presentes y se sentó en una banca.
-  Ha desaparecido la mitad del comité central… - Agrego Ernesto cabizbajo. -  Y el comité regional esta descabezado. Se está reorganizando el Partido en estado de máxima seguridad, por lo que se debe evitar concurrir a las casas.
- ¿Cómo se hará la atención y la entrega de información, compañero? – Consulto Amalia.
- Desde ahora, habrá solo un enlace para el contacto… Y deberán establecerse puntos principales y alternativos con santo y seña. En caso de seguimiento, no se debe realizar ningún contacto hasta nuevo aviso.
- Los que tenemos casas asignadas… - inquirió Pedro. -  ¿Hay algún cambio?
- Esperar, su contacto recibirá instrucciones y las entregara. En caso de que la casa sea insegura, deberá descolgarse y procurar salir del país por sus propios medios.
-  O sumergirse y cambiar de vida.
-  Así es, compañero… Su contacto de ahora en adelante, será la compañera Amalia. Y su chapa, será “La dama de las camelias”   


*  *  *

El ruido de la ciudad en movimiento hacía ya un par de horas, prácticamente no dejaba escuchar el ronroneo del motor, del bus militar en el cual viajaban espaciosamente nueve jóvenes y dos uniformados.
Mientras las avenidas pasaban rápidamente, al costado derecho de la pista de asfalto, la señalética caminera indicaba  "fin de la zona urbana, velocidad máxima 80 kilómetros por hora".
En el segundo asiento, tras el sargento que llevaba el volante, Luis miraba el tablero de mando y la aguja del velocímetro apuntaba con un lento movimiento, la zona de color rojo de los cien kilómetros por hora.
- De que servirán los letreros de transito si no los respetan - pensó Luis y de pronto, una voz lo sacó de sus divagaciones...
- ¿Conoces el puerto? - preguntó el soldado que, en el asiento posterior, guardaba silencio desde que salieran del cuartel.
- ¡No!, La única vez que me llevaron allá, estaba muy pequeño para recordarlo. - Contesto  Luis  volviéndose a mirar al conscripto.
Al ver la cara redonda y los lentes que parecían titilar con la luz que jugaba en los vidrios del bus, Luis recordó la noche de la guerra de los bototos en la cuadra y la irritación del conscripto cuando le había caído uno en su cama.
Sentado enfrente, los miraba otro conscripto que Luis reconoció como el que había estado intercambiando bofetadas en un ejercicio de giros sobre la marcha.
- Yo estuve una vez allá, pero no lo conozco bien - dijo éste.
Y de pronto, como si hubiese estado desde siempre en la conversación, del asiento posterior se levanto un soldado alto y delgado, de cara blanca, pómulos salientes y nariz aguileña.
Su poco pelo rubio parecía tener vida cuando el viento fresco entraba por las ventanillas del vehículo y haciendo juego con su personalidad, una sonrisa lo hacía ver muy seguro de sí mismo.
- Yo lo conozco bien  - dijo con voz firme. - Soy Kurt Landon Bringas y tengo amigos en el puerto... y amigas.
Era el único soldado antiguo de los que se encontraban en este viaje y su nombre parecía concordar con su figura, que semejaba un gringo sui generis.

El bus  salía de un largo túnel muy bien iluminado y desde la altura, se veía como zigzagueaba la carretera por entre los cerros, para llegar al fondo a un valle que aparecía entre la vegetación.
Dentro del vehículo, Kurt, que ya se imponía como líder de aquel improvisado grupo, miraba el velocímetro y su reloj, haciendo cálculos junto a los otros soldados.
- Según la velocidad y el tiempo que nos demoramos, tiene aproximadamente como tres kilómetros y medio de largo - Dijo demostrando lo que sabía.
- Puede ser. - Contestó Alberto, que era otro de los seleccionados para el viaje del cual, los soldados, desconocían su motivo.
Alberto Vega era alto, de pelo castaño claro y facciones  armoniosas, su juventud acompañada de su atlético físico, no dejaba dudas que más de alguna joven, suspiraba por él y sufría por su ausencia.

Luis miró al resto de los conscriptos con los cuales viajaba, el último sentado era un joven introvertido. No era muy alto, de piel morena y su pelo negro brillante. Su mentón alargado hizo a Luis recordar a las estatuas de la isla de pascua. Delante de este, dos soldados que al parecer eran amigos miraban a Kurt atentamente. Uno era alto y grueso, de anchas espaldas y un rostro que parecía el de un asiático que al reír mostraba sus grandes dientes, por lo cual se había ganado el sobrenombre de Iván el Grande.
- Tiene exactamente tres kilómetros setecientos veinte metros. - Dijo ruidosamente Iván - Según las cuentas de mi socio Cosme.
Cosme Olivos también era alto. Sus rasgos finos no alteraban la fisonomía característica de un criollo americano, era silencioso y muy observador, contrastando con la personalidad de Iván.
- Este túnel es uno de los más modernos de América. - Comentó Andrés, el último integrante del grupo. - Y también uno de los más grandes del hemisferio sur. Cuando crucemos este valle, vamos a encontrar otro túnel más antiguo y podrán compararlo.
Y mientras, en el interior del transporte, los soldados alardeaban de sus conocimientos, el camino parecía ser devorado por las ruedas que giraban sobre el asfalto templado del mediodía otoñal.


*  *  *

Amalia caminaba apresuradamente por la calle de la población. Después de la reunión en la capilla, había vuelto a su casa encontrando un extraño automóvil, con cuatro personas desconocidas, con lentes oscuros, en un pasaje del sector donde vivía.
La vecina, que a esa hora regaba la calle para evitar que el polvo se levantara, le había indicado que se encontraba desde la mañana y nadie del auto había preguntado nada. Decidió salir nuevamente hacia la feria y realizar compras, aparentando las actividades normales de un día domingo.
El automóvil la siguió despacio, Amalia se percato y trató de apurar el paso buscando algún vecino conocido, dobló la esquina pero no había mucha gente en el pasaje que entró y el vehículo, aceleró para alcanzarla y sobrepasarla. Abriendo sus puertas al detenerse, el vehículo le cerró el paso y de él, bajaron tres hombres de sacos negros y corbata, que tomándola rápidamente, la tiraron en el piso del asiento trasero. Los civiles subieron de inmediato y el automóvil salió raudamente del lugar.
Le vendaron los ojos y la boca, mientras el vehículo se desplazaba. Y tendida hacia abajo en el piso, sintió que la registraban manoseando sus zonas genitales. Entre el vejamen y un par de golpes al ofrecer resistencia, se percató que el automóvil dio vueltas, tras varios giros en las esquinas hacia el mismo lugar, moviéndose durante un par de horas en largos trayectos en línea recta. Un sutil aroma a pescado le llegó por un momento, junto al ruido del tránsito y los bocinazos por detenerse algunos segundos y nuevamente percibió un aroma a flores descompuestas, sintió que el vehículo ingresaba a un recinto húmedo, desplazándose lentamente algunos segundos hasta detenerse en un lugar oscuro.
La bajaron a tirones y la llevaron casi en andas, sentía la humedad del lugar. Cierto olor a carne quemada le llegó de pronto, seguida por ruido de vasos, conversaciones en voz baja y aroma a asado… Siguieron llevándola por unos pasadizos y escalas hacia abajo, hasta detenerse. La desvistieron brusca y completamente, para terminar atándola a una reja desnuda.
Un chorro de agua al parecer de una manguera casera, la mojó por completo, dejándola un instante en un charco de agua.
De pronto una descarga eléctrica la remeció, sintiendo los alambres quemándole la espalda un instante y el silencio, ninguna pregunta. Los segundos fueron pasando lentamente, el temblor de su cuerpo y el dolor de las amarras, los minutos pasaron y nada, ni un sonido… Una sensación de terror se apoderó de ella, espasmos incontrolables le recorrieron junto a calambres y un frío penetrante.
Intespectivamente, varias personas la toman de brazos y piernas, desatando sus amarras. La arrastraron a un rincón y le ataron las piernas. El sonido de una cadena, junto al enganche de sus amarras y comienza a ser levantada desde sus pies. Segundos después, se encontraba colgada.
- Amalia Quezada. – Exclama una voz desde atrás. – Sabemos dónde vives, que haces y que eres dirigente marxista.
El ruido de un drenaje de agua escurriendo, siguió a las palabras del agente. La cadena comenzó a sonar nuevamente y la mujer comenzó a bajar sumergiendo su cabeza en agua fría, sacudiendo sus extremidades intentó evitar el ahogó, su respiración suspendida desesperó aún más a la indefensa mujer haciendo el segundo interminable hasta que al límite, fue alzada de la batea sintiendo un fuerte dolor en su frente producto del agua en sus fosas nasales.
-  Podemos tenerte aquí el tiempo que queramos… -  Volvió a indicar la voz del agente. – Seguir haciendo esto una y otra vez, hasta que termines en el fondo del mar o enterrada por ahí, sin que nadie te encuentre… Como les paso a algunos de tus camaradas. ¿Qué va a pasar con tus hijos y tu marido, o con tus padres? Te buscarán por semanas y meses enteros, hasta que nosotros los busquemos a ellos, de a uno y los llevemos junto a tus restos… Y dejemos a toda la familia juntos, reunidos en el mismo lugar, hasta que no haya nadie más a quien buscar.
- Por favor… No mas… - Exclamó Amalia sollozando. – Haré lo que digan… lo que quieran.
-  Tenemos una lista de tus amigos y camaradas… faltan solo algunos nombres y después te vas. Solo nos ayudaras cuando te lo pidamos.
-  Si… Ya… Está bien, lo que quieran… Pero no le hagan daño a mi familia… Por favor.
-  Recuerda lo que podemos hacer y seguir haciendo, a ti y a tus seres queridos… Los que viven en la calle Independencia. Espero no arrepentirme después el haberte dejado viva.
Dicho esto comenzaron a bajarla, la desataron y la cubrieron con una frazada. La llevaron siempre vendada de la vista, a un cuarto y le entregaron la ropa. Amalia se vistió sollozando, una crisis de pánico la atormentaba.
No supo cuanto rato estuvo llorando en el cuarto, hasta que ingresaron y la llevaron a una sala sentándola en una mesa pequeña. Le sacaron la venda y una luz directo en sus ojos no le permitía ver a sus captores. Le entregaron una lista con nombres de los dirigentes y ella completó los datos que faltaban. Le pusieron una capucha en el rostro y la sacaron del cuarto de interrogatorios, llevándola de vuelta al patio húmedo. La subieron al auto con la capucha puesta.
-  Deberás seguir haciendo todo, lo del partido y tu vida normal. Nosotros te encontraremos el día que te necesitemos. – Termino por indicar la voz del agente Vladimir, el único que le había hablado.
El regreso fue más corto que la ida, o más rápido. La dejaron en el puente metálico frente al mercado en el centro de la capital, una hora después del toque de queda, mientras un leve aguacero comenzaba a caer en la ciudad. 


*  *  *


Durante las dos horas que duró el viaje de los soldados al puerto, Kurt y Andrés no habían dejado de hablar sobre lo que conocían del país, de sus amigos y familia. Kurt insistía en la necesidad de estar siempre juntos.
- Lo más importante es que nos apoyemos unos a otros, porque la unión hace la fuerza.
- ¡Sí!, - acoto Andrés.- Uno para todos y todos para uno.
- Con razón le dicen enciclopedia pipí. - pensó Luis - Se las conoce todas.
Afuera la vegetación se hacía más densa y los bosques de eucaliptos llenaban los cerros. Algunas casas comenzaron a verse ya más seguidas, anunciando que se acercaban a una ciudad. Enfrente, en la pista de cemento, se veía una curva por entre los verdes cerros.
- ¡Miren arriba! - dijo el sargento. - Esas palmas coniferas que se ven ahí, son únicas y las últimas que quedan. Antes los cerros estaban llenos de ellas y ahora no queda más de una decena.
Los soldados se quedaron mirando las siluetas rollizas de las palmas, mientras la carretera, después de la curva, descendía muy pronunciadamente. Al costado una señalización indicaba "bajada peligrosa, enganche en primera".
Lentamente, el bus comenzó a descender hacia el plano.
Sin pronunciar palabra, Luis miraba los paredones en los cerros de los costados, donde se veían colgando viejas casas de madera, roídas, que parecían a punto de caer por los faldones. Casas con sus ventanas rotas y tapadas algunas con cartones, paredes de diferentes colores  contrastaban con las ropas tendidas que flameaban con el fuerte viento característico del puerto, semejando roídas banderas multicolores. Casas que parecían aferradas con desesperación, por maderos que semejaban garras, que se incrustaban en los cerros para no caer. Parecían sufrir una lenta agonía esperando su fin, tal vez, al igual que sus moradores.
Ahora, el vehículo entraba a una ancha avenida, dividida en dos por una especie de parque con grandes árboles a sus costados y a la sombra difusa de estos, caminaban por entre los asientos, algunas personas en dirección al centro de la ciudad.
Las calles del puerto, a diferencia de la capital, se veían casi vacías los domingos y más aún, con el húmedo vapor de la tarde después de una breve lluvia.
El bus viró a la izquierda y siguió por otra avenida, en la cual se alzaban altas palmeras. Los tripulantes del vehículo miraban por las ventanillas mientras que, los únicos que hablaban eran Kurt y Andrés, junto con la conversación permanente entre el conductor y el sargento.

El vehículo siguió por entre las calles con edificios antiguos, algunos en mal estado y otros nuevos, unos a medio construir. Al rato enfiló por una costanera, en donde el mar golpeaba con fuerza las rocas de los costados y posteriormente, el bus comenzó a subir por una pendiente hacia los cerros. Después de unas cuantas vueltas que dejó desorientados a sus tripulantes, excepto al conductor, el vehículo se detuvo frente a un gran portón de fierro color verde.
Detrás de este portón, por una pequeña mirilla se asomó un rostro y segundos más tarde la gran puerta comenzaba a abrirse lentamente. Desde su interior, apareció un cabo con la mano apoyada en una pistola que cargaba al cinto. Acompañado de un soldado portando un fusil automático, se acercaron pausadamente al bus.
- Su identificación por favor. - agregó el clase.
El sargento sacó una credencial junto a un documento y se los entregó al cabo. Este, leyó el oficio y devolviendo la credencial dio la orden de ingreso.
El portón se abrió completamente y el vehículo continuó la marcha hacia el interior del  cuartel deteniéndose en un patio, resguardado en sus costados por dos pabellones de tres pisos. Al fondo como enfrentando al bus, se observaba el inmenso océano junto a un lejano carguero que se perdía en el horizonte.
Los soldados desembarcaron inmediatamente, un cabo tenía la misión  de recibir a los nueve soldados y llevarlos a una cuadra preparada para ellos, en el segundo piso del pabellón que se encontraba a la izquierda, en el cual, ya se encontraban soldados de otros cuarteles. Minutos después, el vehículo en el que viajaron los soldados junto al sargento, se fue del cuartel iniciando el regreso.


*  *  *


Cuando Pedro Navarro llegó a la casa y se dirigió a su pieza, la encargada le entrego el barretin dejado por la Dama de las Camelias, con las indicaciones para el enlace. Abrió el envoltorio, sacando una caja de fósforos y un paquete de cigarros, busco entre los cilindros de tabaco encontrando uno distinto... Era un papel enrollado en el que se encontraba un mensaje indicando el punto de reunión, la hora de encuentro y el santo y seña que debería llevar como identificación, más el texto a modular en el enlace.
Entretanto Amalia, se encamino al punto determinado para dejar el otro barretin, que entregarían al compañero encargado de atender a Pedro Navarro.
Camino por la calle Bandera hasta llegar al edificio de departamentos y se detuvo en la puerta, chequeo el lugar sin encontrar nada sospechoso e ingreso al vestíbulo del edificio esperando el viejo ascensor. Cuando la puerta del elevador se abrió, ingreso a este esperando que el ascensorista iniciara el camino a los pisos. Con el elevador en movimiento, entrego el barretin al ascensorista y salió en el piso indicado, para bajar por la escala nuevamente al vestíbulo y salir del lugar.
Al día siguiente, Pedro salió temprano para llegar un poco antes de la hora de contacto y chequear el lugar donde se encontraría con el enlace. Llevaba un periódico bajo el brazo como señal, de acuerdo a lo indicado. Espero en el paradero, con el dinero en la mano para parecer que esperaba el bus.
Una mujer llegó lentamente al paradero, tomo su cartera y comenzó a buscar algo en su interior. Pedro la observo un segundo y la mujer, percibiéndole, hizo una mueca de desagrado sacando una pequeña bolsa con unas monedas.
Navarro, se movió hacia un poste del alumbrado cambiando el periódico de brazo. Un hombre joven, trigueño, con lentes de sol, llego por el costado. 
-  ¿Me puede decir si salió la cartelera? – Preguntó el joven.
-  Es muy tarde para las noticias… -  Respondió Navarro mientras le entregaba el periódico. 
La seña era la correcta, por lo que todo era normal. El joven le indico apuntando con el periódico, avanzar por la avenida y comenzaron a caminar en dirección contraria al flujo de los vehículos que circulaban a esa hora.
-   Soy Rene… No más compañero, camarada ni otra manera de nombrarme. -  Agregó el joven mientras caminaba rápidamente mirando hacia el frente. -  Nuestros puntos serán en la calle, siempre caminando contra el tránsito y nunca en el mismo lugar.
-   Yo era de una célula sindical y ahora…
-   Ya no quedan los tipos de organización partidaria que conocíamos, ahora solo debemos dedicarnos a la resistencia contra la dictadura y a la propaganda.
- Tengo pintura y las brochas, me dijeron que la consigna que debemos levantar ahora, es por la Unidad Antifascista.
- Las brochas son muy lentas… Debemos trabajar con plantillas como timbre y un tipo nuevo de pintura comprimida en lata.
- ¿Cuándo salimos a pintar?
-  El rayado lo haremos en el próximo punto, con dos Cuadros más… le aviso con la Dama de las camelias el día y la hora de la reunión.
- De acuerdo… Nos vemos.
Sin decir otra palabra, Rene indico seguir a Pedro mientras él, enfilaba por un pasaje de la población.
Navarro siguió caminando hasta la otra esquina, se detuvo y observó el camino recorrido. Nada parecía anormal, los pocos autos se alejaban y la gente caminando sin ver más allá de sus narices.
Pensando la nueva situación presentada, Pedro siguió caminando cabizbajo, decidió volver a la casa. Era momento de sumergirse en la clandestinidad, sin una vida familiar, con trabajos inestables y sin mostrarse… un ser invisible.
Caminó tranquilo, sin preocuparse de quien venía enfrente o si lo seguían, hasta que alguien le interrumpió el paso. Era la Dama de las camelias.
-   Habrá una reunión del comité, en dos semanas. -  Le dijo en voz baja mientras pasaba lentamente por su lado.  -    ¡Cuídate, Pedro!


*  *  *


El cabo Schillins se dirigía apresuradamente hacia la comandancia, debía presentarse ante el coronel y las órdenes del superior debían cumplirse de inmediato. Una disposición  perentoria le había obligado a quedarse en el cuartel, el día que le correspondía descanso, por lo que no le extrañaba la inusual citación del superior justo un fin de semana.
Llegó a la oficina del comandante y el sargento de guardia, le hizo pasar de inmediato puesto que el oficial ya lo esperaba.
El coronel le conminó a sentarse cuando el cabo, ceremoniosamente, se presentó.
- ¡Vamos de inmediato al asunto que nos trajo aquí, cabo Schillins! - Dijo el oficial mientras abría un sobre amarillo y extraía un documento. - Me ha llegado una orden del Ministerio del Interior… de elegir entre los mejores clases instructores de tropa, para destinarlos a la conformación de una oficina de seguridad nacional y usted, me parece un buen elemento, joven y con alto espíritu militar, que creo cumplirá bien lo que se le encomiende. - Agregó mientras  entregaba el documento de traslado. - Por lo tanto, espero que deje bien puesto el nombre de nuestro querido cuartel y en especial, de su comandancia. ¿Alguna pregunta?
- Si, mi Comandante… ¿Cuándo debo presentarme y donde?
- Tiene dos días para presentarse y las indicaciones están en el documento.
- Una última consulta, ¿Si es una oficina… deberé desempeñar trabajo de escritorio? Porque yo soy un soldado de tropa y no sirvo para estar encerrado...
-  Su destilación será para conformar la nueva estructura de inteligencia del Supremo Gobierno, en la que estarían las tres ramas de las fuerzas armadas para coordinar el trabajo operativo. Creo que debería ser para recabar información de inteligencia y ejecutar acciones de seguridad… No le puedo entregar más información de la que no dispongo. Ahora, puede retirarse.

*  *  *

Era un domingo luminoso que invitaba a salir. Los patios vacíos del cuartel irradiaban el calor del sol que rebotaba en la arenilla y el cemento, sobre los techos del almacén de material de guerra al fondo, el mar de un color celeste y calmo parecía fundirse con el cielo del mediodía. Los soldados del cuartel uno decidieron salir y bajar al plano, que era como se le denominaba al centro de la ciudad.
Como aun no se presentaban los clases a cargo, el grupo decidió que Kurt, como él más antiguo, quedara como jefe.
 - Yo no salgo. - dijo Claudio Sepúlveda. - No tengo ganas de caminar.
 - ¡Si no va Claudio no va ninguno! - Acotó Iván.
 - ¡De acuerdo! - Respondió Cosme y los demás asintieron.
 - ¿Si ustedes quieren quedarse? ¡Bien! - dijo Kurt - Pero yo voy al plano igual.
El resto de los jóvenes, asombrados miraron a Landon.
 - ¿Pero cómo? - Pensó Luis. - El se vino casi todo el camino repitiendo que deberíamos estar unidos, juntos en todo y ahora, se quiere ir solo.
 -  Yo también salgo, no voy a quedarme porque Claudio no quiere. - Agregó Alberto.
 -  ¡Y yo! - Apoyó Andrés.
Los demás trataron de convencer al joven que los acompañara.
 - Está bien, salgamos todos. - Murmuró Claudio - No quiero que después me echen la culpa por no salir.

 Los jóvenes soldados caminaban por la inclinada calle que parecía empujarlos hacia la playa que se veía al fondo. El que más bromeaba era Iván que caminaba junto a Cosme, el resto se reía y se burlaba de Kurt que decía conocer el puerto y no sabía cómo llegar a la playa. Al final fue la orientación de Alberto la que los guió, por una de las tantas y largas escalas que bajaban desde los cerros.

Había poca gente en la pequeña playa, a pesar de la calor que hacía ese domingo. Las arenas de un color amarillo grisáceo, quemaba al contacto con los pies pelados de los soldados, que corrían hacia el agua y las olas golpeando en las rocas, que formaban una espuma amarillenta con algunos matices transparentes y blancos halos espumosos.
Luís, observó entre las rocas un tubo de aproximadamente medio metro de diámetro, que a pausas de tiempo, vomitaba un líquido café opaco. Miró a sus compañeros comprobando que Alberto, mostraba a Claudio el mismo tubo. - ¿Pensaran lo mismo? – Meditó un segundo.
Como respuesta, los jóvenes se acercaron.
- ¡Chitas! Esta playa es la letrina de las casas que están en los cerros. - dijo Alberto.
- Mejor nos vamos de aquí. - agregó Claudio.
- De acuerdo. Hay que decirles a los otros.

Rato después, el grupo caminaba por la costanera mientras el sol, se escondía en el horizonte pintando el cielo de un color rojizo.


*  *  *


El mercado central, en la ciudad de Santiago, bullía de actividad. Un hombre de mediana estatura y delantal blanco manchado con aceite, invitaba a los transeúntes a pasar a las marisquerías, ofreciendo pailas marinas y productos gastronómicos del mar. El cabo Schillins, vestido con un impecable terno gris y corbata marrón, se detiene un momento, mirando a los transeúntes que recorren el antiguo edificio armado con una estructura de hierro forjado en arcos y cúpulas arquitectónicas francesas.
Hacia el poniente, la estación de trenes se alza majestuosa, también con su estructura metálica, al costado del Río Mapocho que encajonado en muros de piedra y cemento, burbujea en su incesante y torrentoso movimiento de aguas, hacia las poblaciones aledañas y periféricas, denominadas callampas.
Paúl Schillins cruzo el espacioso puente de cemento enfrentando la transitada avenida Independencia. Avanzo a paso seguro hacia la calle Borgoño, dirigiéndose a un edificio enrejado y de altas murallas.
Se detuvo mirándola estructura de la vieja casona de cemento y piedras, sintiendo la humedad del cuartel, presuntamente desconocido para gente que transita apresurada, hacia los locales o bodegas del mercado y las tiendas de cueros, calzados y telas de hilanderías nacionales, que en un tiempo se desarrollaran en el sector del Puente Bulnes.
Schillins, se acerco a la mirilla del portón metálico, entregando una credencial por la ranura.
-  Estoy citado a una reunión. -  Agrego cuando un par de ojos le observó.
La mirilla se cerró mientras Paúl, quedaba esperando la respuesta desde el interior. Segundos después, una pequeña puerta metálica al extremo del portón, se abrió para que ingrese el visitante.
Se interno acompañado de un fornido hombre, por un patio cubierto de parrones, sobre estructura de madera que conducía a un estacionamiento, donde personal de civil con armamento automático, controlaba ciertas entradas al edificio. El agente le indico una puerta entreabierta y espero que ingresara.
El comandante Rogelio se encontraba de pie, frente a siete hombres de terno, todos de pelo corto militar. Se quedo en silencio un segundo mirando a Schillins que ingreso a la sala. – Adelante, suboficial… Bienvenido a su nueva casa. – Agrego.
- Permiso, mi comandante.
- De ahora en adelante, soy Rogelio y tu nuevo nombre será Gringo. – El Agente le invito a acercarse y le presenta al resto del grupo operativo. - Este es Vladimir, el Jefe del grupo, y los demás, que iras conociendo.
Todos usaban un nombre de pila, las indicaciones eran confundirse como civiles en labores de inteligencia, las reuniones en la dirección, cuarteles o departamentos de inteligencia, deberían vestir de terno oscuro, de preferencia negro.
- La preparación diaria es importante, mucho entrenamiento físico y la instrucción de los temas de lucha contrainsurgente, la realizaran oficiales preparados en la escuela de Panamá, se les capacitará en Guerra interna contrarrevolucionaria. -  Indicaba Rogelio.
La primera operación del grupo, que serviría como graduación de Agente DINA, se realizaría junto a otros tres grupos antiguos y sería en el sector norte, en una ratonera de calle Conferencia. En la población ya contaban con tres casas de seguridad, en las que cada grupo realizaría turnos de vigilancia y control.